Capítulo 1 "Catástrofe"

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En el año de 1986, en el pueblo de Postonia, Eslovenia, el joven de Vanko Harnik con 16 años de edad se pasaba por las calles, había huido de casa después de haberse enfrentado a su padre, los maltratos eran frecuentes, el joven cansado de esto, decidió actuar, se enfrentó a su padre, este enfrentamiento no había durado mucho, pero había marcado a la familia, la madre solo observaba mientras fumaba su cigarro como de costumbre.

Después de la pelea Vanko se marchó sin más, no quiso saber nada de su casa o de su asquerosa familia, tenía un hermano mayor que era enfermo mental, él lo quería mucho, pero estar con ellos no era posible, desde que era un niño su padre lo maltrataba, en ocasiones la madre se le unía, la cicatriz que ahora llevaba lo había marcado.

Era muy tarde en la noche, Vanko solo llevaba sus pantalones cortos, una camisa medio destrozada, un solo zapato. Las lágrimas querían salir de sus mejillas, no las dejaba, no podía ser débil en estos momentos. Mientras caminaba miraba el suelo sin prestarle atención a lo que tenía en frente.

Su hermano Anej le ganaba por 3 años, aunque tenía problemas, lo hacía sentir bien a Vanko, su compañía le hacía bien, dejarlo en manos de sus padres era muy difícil para él, pero no tuvo más opción, ya no se podía vivir bajo esas condiciones, entonces se juró que rescataría a su hermano de esas garras y le daría la vida que merecía. Sus padres tenían posesiones, riquezas, pero todo ese dinero era para comprar joyerías, carros, banquetes, solo para ellos, sus dos hijos era la sobra.

Mientras caminaba, la noche descendía en temperatura, cada vez el frio aumentaba, en pocos minutos sino encontraba refugio estaría en verdaderos problemas, conocía la vieja ciudad muy bien, siempre después de sus estudios salía con sus amigos por el pueblo, que de hecho no era muy grande, sus grandes bosques al este con llanuras que no parecían tener un fin. Los que llamaba amigos estaban con él por el simple hecho de que sus padres tuvieran dinero, Vanko sabía esto muy bien, el dinero lo era todo, lo que quisieras estaría bajo tus pies si tienes el dinero, no hay nada en el mundo que no se pueda comprar.

Se dirigió al noroeste saliendo del pueblo, el frio lo hacía titiritar, un poco alejado se encontraba la casa de uno de sus amigos, David, este siempre ya vivía solo a tan solo 18 años, sus padres lo habían dejado a su suerte, encontrarlo drogado ya no era ninguna novedad. Vanko caminó lo más rápido que pudo, la casa era alta, bastante vieja, el descuido se hacía muy notorio en todas partes, ventanas rotas que solo habían tratado de protegerlas con cinta, la puerta no resistiría un buen golpe de una patada, varias termitas la hacían de su hogar.

Cuando llegó tocó la puerta varias veces, nadie respondía, el frio se hacía más fuerte, hasta sus huesos parecían congelarse, tocó varias veces más la puerta, en esta ocasión más fuerte casi aporreándola, pero nadie abría, entonces miró por la ventana, estaba oscuro. Por suerte Vanko sabía cómo entrar, se fue a la parte trasera, un árbol de pino estaba plantado, este lo llevaba directamente a la ventana superior, subirlo no era tarea difícil, pero con la temperatura en ese estado se hacía cada más difícil. Cuando lo logró pudo entrar, cerró la ventana detrás de si y se dejó caer, el calor lo abundó, se sintió bien.

Se puso de pies y escuchó un ruido en la habitación contigua, era el cuarto de David, estaba tendido en el suelo, parecía que hubiera muerto, solo dormía, al parecer se había inyectado una gran dosis. Tenía pena por él, lo consideraba como su único amigo, David no estaba con él por su dinero, él lo sabía, no eran como el resto, cuando realmente necesitaba ayuda, el estaba para apoyarlo y darle la mano, pero su debilidad era las drogas, lo habían consumido desde muy temprana edad.

- ¡Hey idiota, levántate! – le gritó Vanko a David sacudiéndolo, pero este no reaccionaba.

Lo siguió sacudiendo, pero el resultado era el mismo, no reaccionaban, lo tapo con una manta gruesa y lo dejó estar ahí, mientras él se moría de hambre, bajó a la cocina a probar suerte. Parecía que nadie había cocinado o comido en años, había platos en el lavadero de quien sabe cuánto tiempo, la mugre se apreciaba con solo verla, las losas partidas, como gran parte de la alacena. No había comida en ningún lugar.

NashamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora