Rowanna

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                                                                Ocixem

                                                               210-DC

Dos muchachas viajaban a caballo por Arídem, ciudad capital del imperio Ocixem al noreste de Pisiente, despertaban miradas de pequeños y grandes, hombres y mujeres curiosos perdían sus ojos en ellas. Sus ropas no eran comunes en Arídem. Era evidentemente que se trataba de hechiceras. Vestidos largos de colas largas, sedosos y con mangas amplias que les cubrían los brazos parecían que bailaban al ritmo del viento mientras sus corceles relinchaban atrayendo aún más la atención de la gente en las calles. La mayor de ellas, Rowanna o Row (como prefería que la llamaran) acababa de terminar sus cursos de magia blanca, su gargantilla dorada en el cuello adornada con una piedra de citrino perfectamente ovalada era prueba de ello. La más pequeña, Laishanna o simplemente Lai (como prefería que la nombraran), al igual que su compañera, recién graduada pero al contrario de Row, en magia oscura, al igual que su amiga llevaba una gargantilla dorada en el cuello pero con un óvalo de amatista lo que le valía como evidencia para demostrar su perfección en artes oscuras.

Ser una hechicera no era tarea fácil, se necesitaban años de logística básica, oratoria, lectura, escritura y redacción impecable y por supuesto de práctica en combate (aunque en esto último variaba entre hechiceras blancas y negras). Muchas desertaban en el camino, salían llorando pidiendo regresar a casa, para dedicarse a otras. Llevar una amatista o un citrino tenía gran mérito y era muy respetado por todos en Pisiente, decían que una hechicera con sólo ofrecer sus servicios a una familia noble podría incluso hacerse rica, aunque la mayoría no eran ambiciosas, se decía que cada 10 años, de 500 muchachas que deseaban algún día tener el honor de llevar esas gargantillas sólo las 20 mejores eran las afortunadas de considerarse hechiceras oficiales protectoras del reino.

Las hechiceras oscuras como Laishanna pensaban que sus poderes de magia oscura u ofensiva eran otorgados por los dioses elementales.

Nigenia: Diosa elemental de la tierra, cuando tocó Pisiente de sus gráciles manos crecieron bosques.

Darumian: Dios elemental del fuego y todo lo que arde, de su corazón tan ardiente nació el sol en Pisiente.

Mizuna: Diosa elemental del agua, de su mirada llorosa derramó una gota en Pisiente, tan grande que se crearon mares, ríos, lagos y lagunas.

Vimenio: Dios elemental del viento, con su respiro fue capaz de crear el cielo en Pisiente.

Por otro lado, las hechiceras de magia blanca o pasiva como Rowanna agradecían sus poderes a dos dioses.

Yuelina: Diosa de la luna y el conocimiento, una vez intentó ser más poderosa que Darumian, colocando la luna enfrente del sol provocando un eclipse. Esto ocasionó que la luna cayera en miles de pedazos sobre todo Pisiente, Aquellos fragmentos del astro celeste descendieron así de forma frenética finiquitando en un sublime y fino polvo que los primeros hombres respiraron dotándolos de una inmensa inteligencia y vanidad de poder.

Adilirio: Dios del amor y la solidaridad. Se dice que Adilirio les dio a los primeros hombres la capacidad de amar cuando bajó a Pisiente y notó que un carpintero que todas las mañanas se dirigía a recolectar madera en un bosque veía de manera distinta a una mujer cuando ésta se bañaba en un lago cercano. Adilirio una vez empujó al hombre al lago donde cayó encima de la mujer, la cargó en sus brazos para sacarla del agua y acto seguido la aproximó a una superficie plana. Comenzó a tocarle la boca, sus pechos, y ya en la cúspide del amor, donde entre dos cuerpos humanos la degustación física se mezcla con los deseos del alma, el jugo del hombre no tardó en adentrarse a la mujer que después de 9 meses se creó una nueva vida, el resultado de la hazaña de Adilirio.

Juegos de halconesWhere stories live. Discover now