CAPÍTULO III

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La utopía es el principio de todo el progreso y  el diseño de un futuro mejor.
~Anatole France~

Hanna estiró los dedos sobre el teclado de su ordenador antes de conectarse a la Red. El bullicio del bar la envolvía y la ocultaba en la esquina más alejada de la puerta. A su alrededor, completos desconocidos de toda clase y condición reían y charlaban mientras apuraban sus copas multicolores. El hilo musical de la MPO (Música Pública Online o, como muchos la conocían, Música para Olvidar) se perdía en la algarabía del local y las maravisiones, una en cada pared, mostraban el ultimo videoclip de moda junto al perenne recuadro dedicado esxclusivamente a la información meteorológica.
Dio un pequeño sorbo a su humeante té y se puso a rastrear blogs, foros y chats en busca de Omega. No tardó en dar con ella... o él. Antes de que se hubiera cargado por completo la página, una ventana de mensaje privado saltó en la pantalla.

<Omega> El cielo se ha nublado.
<Andrómeda> Guardaré la ropa bajo techado.

Hanna miró a su alrededor disimuladamente para cerciorarse de que nadie reparaba en ella. Después volvió a concentrarse en la conversación del chat.

<Omega> Empezaba a pensar que hoy no aparecerías.
<Andrómeda> He tenido que terminar una cosa antes de poder venir. Y ya has visto cómo está la ciudad con lo del Aniversario...
<Omega> La verdad es que no; igual que el resto de las personas corrientes, jeje...
<Andrómeda> Déjame en paz.
<Omega> La anti-teleporte...
<Andrómeda> ¿Has abierto el agujero para meterte conmigo o para darme un nuevo mapa?
<Omega> Ya voy, ya voy.

Hanna tamborileó con los dedos sobre la mesa de madera y dio otro sorbo de té. Mientras esperaba, desvió la mirada hacia la maravisión que tenía enfrente y frunció el ceño: el recuadro del tiempo parpadeaba con un color naranja, y como si el resto de la gente del bar hubiera reparado al mismo tiempo en ello, las voces fueron acallándose.
—¡Sube el volumen! —exigió alguien al camarero.
Un muchacho regordete se apresuró a interrumpir el hilo musical y darle volumen. Con un gesto rápido de su mano, el recuadro meteorológico se expandió hasta ocupar la totalidad de la pantalla.

—... Las precipitaciones se producirán a lo largo de la semana de manera esporádica—explicaba una voz en off al tiempo que unas nubes oscuras iban cubriendo buena parte del mapa—.
Las autoridades han asegurado que está todo controlado y que habrá dispositivos de emergencias listos las veinticuatro horas. También recomiendan que no salgan de sus hogares si no es del todo necesario. Las cabinas seguirán funcionando con normalidad...
El publico del local dejó de contener el aliento y las conversaciones se reanudaron lentamente. El camarero volvió a reducir el recuadro meteorológico y activó de nuevo el hilo musical. Todavía había algunos que seguían mirando de reojo las pantallas cuando Hanna regresó a la conversación del chat.

<Omega> Ya.
<Omega> ¿Hola?
<Omega> Eo...
<Omega> ¿¿¿Estás ahí???
<Omega> Voy a desconectarme si no respondes.
<Andrómeda> ¡¡Estoy!!
<Omega> ¿Qué hacías?
<Andrómeda> Prestaba atención al pronóstico del tiempo.
<Omega> ¿Tú también? ¡Son sólo unas nubes!
<Andrómeda> Ja-Ja... Ninguna gracia.
<Omega> Tú misma. Te creía más inteligente.
<Andrómeda> Deja de meterte conmigo y pásame el archivo.
<Omega> Van dos.

El icono de <<Recibir>> se iluminó en la esquina de la ventana. Hanna hizo clic sobre él y la barra de descarga fu avanzando hasta completarse.

<Andrómeda> Listo. Gracias.
<Omega> Seguimos en contacto.

Hanna fue a despedirse, pero Omega ya se había desconectado. Salió de la Red, cerró la tapa del ordenador, lo guardó en su mochila, le dio un último trago a la taza y se levantó.
Pagó al camarero en la barra y se enfundó en su abrigo oscuro antes de escabullirse fuera del atestado local. Llevaba un gorro negro con tres borlas blancas que se balanceaban al tiempo que descendía por la escalera principal y se ponía los cascos para seguir escuchando música. Junto a la pared del edificio, atada con una cadena a una farola, se encontraba su bicicleta. Sí, una bicicleta. Un artilugio nada corriente, olvidado por muchos y considerado por todos una rareza digna del museo de Historia.
Pero Hanna no era una chica corriente. <<La extraña>> , <<la rara>> o <<la friki>> eran algunos de los apelativos habituales que utilizaban quienes la conocían para referirse a ella; y tener una bicicleta como medio de locomoción no ayudaba en absoluto a cambiar esa impresión.
No acostumbraba a llevar la ropa que vestían las chicas de su clase. No obstante, lo que más parecía fastidiar a los demás era que nunca utilizase los teleportes para viajar y que, en su lugar, recorriese la ciudad en quilla desvencijada bicicleta.
Hanna desbloqueó el candado de la cadena con la llave y se montó. Debían de ser pasadas las diez de la noche. El camarero la había fulminado con la mirada cuando apareció en la barra para pagar. Supuso que no había reparado en su presencia... o no en su vestimenta, hasta que decidió marcharse.

Tempus Fugit (Ladrones de almas) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora