Capítulo dos.

1K 128 102
                                    

Hands getting cold
Losing feeling's getting old
Was I made from a broken mold?
~
Las manos enfriándose
Perder sentimientos es envejecer
¿Fui hecho de un molde roto?

Jamás había pensado que un espejo se convertiría en su peor enemigo.

Hasta que el espejo le mostró nada más que la ausencia de lo que una vez fue.

Se había perdido en su reflejo, divagando su mirada en cada hematoma y acariciando con dedos trémulos las marcas rojizas producidas por labios ajenos en todo su cuerpo. El rechinar de la puerta de la entrada lo hizo girar el rostro con rapidez y tratar de cubrir su parcial desnudez con sus pequeños brazos. Pudo respirar nuevamente cuando vio a Mark cerrar la puerta, su madre rápidamente aferrándose al cuello del alfa en un abrazo desesperado.

—¡Mark!—El llamado de Louis resonó en los oídos de los mayores, un pequeño destello de emoción en los ojos del cachorro por ver a su único amigo.

El alfa se hincó y abrió los brazos de inmediato, luchando por mantener una sonrisa a pesar de ver al cachorro lastimado y tratando de caminar con rapidez mientras una mueca de dolor se formaba en su rostro.

—Hoy no es día de escuela, ¿O sí?—El cachorro rápidamente se separó del alfa.—¡No estoy listo aún!

—Lou, hoy no es día de clases.—Mark rió despeinando los lacios cabellos y luego levantándose para ver a Johannah.—Creo que es hora.

La omega asintió tomando una frazada gris y cubriendo a su hijo con ella hasta la cabeza, solo sobresaliendo la parte inferior de su piernas y su rostro adornado por uno que otro mechón rebelde de su flequillo.

No tuvo tiempo de preguntar qué pasaba cuando el alfa lo tomó en brazos y lo llevó al auto, dejándolo con delicadeza sobre los asientos traseros para luego volver por su madre y ayudarla con la pequeña mochila vieja y llena de ropa. Ambos adultos subieron, su madre en el asiento del copiloto repitiendo una y otra vez al alfa que no estaba segura.

Louis no podía estar más confundido.

¿Al fin viajarían a Disneyland?

Y el viaje no fue corto en lo absoluto, su cabeza recargada de una forma mustia sobre el cristal de la ventanilla mientras observaba el paisaje siendo deformado por la rapidez del auto. El ambiente era triste y no había música en la radio como a Louis le gustaba. Silencio.

Como odiaba la ausencia de sonido, quería escuchar risas, música o cualquier cosa que dispersara sus desoladores pensamientos.

El auto disminuyó su velocidad por unos momentos en los que sus índigos fanales pudieron divisar una tienda, las galletas recién horneadas lucían terriblemente apetecibles y él no había tenido nada en el estómago por un par de días.

—Mamá.—Llamó con delicadeza.—¿Podemos comprar galletas?

Su estómago rugía y su madre lo miraba con tristeza.

—Te prometo que la próxima vez, Louis.—aseguró la mujer mientras acariciaba los cabellos de su hijo.—Tenemos que llegar.

El castaño suspiró rendido y dirigió sus ojos por última vez a las galletas doradas con un pequeño puchero, dejando que su respiración manchara un poco el cristal.

—No te preocupes, mamá.—el menor sonrió.—Algún día compraremos galletas por montones.

Johanna limpió las lágrimas que rodaban en sus mejillas y tomó la mano del alfa a su lado, buscando un alivio que no llegaría.

Don't hurt me.  (L.S)  OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora