Prólogo.

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El vestigio del invierno aún era capaz de helar la piel en ese calmoso lugar, más siendo un cachorro herido y menesteroso de consuelo; abandonado en una cabaña desconocida, cargando hematomas y un pilar de recuerdos escabrosos y desgarradores.

Cualquier atisbo de inocencia o júbilo haciéndose cada vez más exiguo, amenazando con desaparecer en un espiral infinito de agonía.

Se opuso a cerrar los ojos, realmente lo hizo. Pero estaba listo para rendirse, someterse a su condición de víctima y sumirse en un eterno sueño, uno en el que él estaría intacto, donde la piel de su madre sería de un solo tono y no tendría ni una sola marca violeta o verdosa. Un sueño sublime del que no despertaría jamás.

Un sueño en el que su alegría no soltase su mano.

Un sueño en el que sería un valiente alfa.

Sintió sus índigos fanales casi ceder antes de oír la puerta abrirse de golpe, los fuertes aromas de alfa mezclándose y quemándole las las fosas nasales. Tal vez solo querían ayudarlo al ver su lastimero estado, pero Louis no pudo evitar que los gritos rasgasen su garganta y que cada lágrima se deslizara por sus mejillas sin remedio alguno.

Le dirigían palabras reconfortantes o trataban de tomarlo en brazos, pero él solo podía abrazarse con más fuerza, hecho un ovillo en el piso frío. Su garganta quedando rápidamente en carne viva, sin importarle mucho. Los quería lejos, tan lejos como fuese posible.

Un dulce aroma llenó la habitación en poco tiempo y una omega de oscuros cabellos apareció frente a él susurrándole cosas dulces y haciéndole preguntas que el cachorro no acababa de entender, aturdido por cada imagen en su mente.

Un toque cálido en la gélida piel de una de sus pequeñas manos lo hizo parpadear con rapidez para deshacerse de cada lágrima obstruyendo su visión, tratando de apartar su mano antes de que ésta fuese apretada con dulzura impidiéndole huir.

Un niño unos cuantos años mayor que él estaba arrodillado con sus manos sobre la suya más pequeña, acariciando con dulzura la piel de la zona y posando sus orbes jades sobre los suyos zarcos. Sus cortos y apretados rizos chocolate despeinados por haber corrido a darle amparo, una pequeña sonrisa afable y humana deslizándose por sus labios.

Louis simplemente lo miraba, sus ojos aún húmedos, los vestigios de lágrimas en sus mejillas sonrosadas y sus labios bermejos entreabiertos en la espera de poder producir algún fonema coherente.

El niño retiró sólo una de sus manos de la de Louis y éste casi quiso lloriquear por la disminución de calidez, pero se conformó con sentir las afectivas caricias de la mano restante sobre sus lastimados nudillos.

Vio al rizado empuñar la manga izquierda de su jersey negro y pronto sintió la tela fina deslizarse sobre la magullada piel de su rostro, borrando cada camino húmedo de lágrimas.

El menor no estaba interrogándolo como el resto, no lo preguntaba si estaba bien o de dónde venía, simplemente le proporcionaba mimos acogedores. Proporcionándole el cariño que había estado tan asustado de pedir por años y ahora obtenía en el momento justo sin pronunciar palabra.

Una gran sonrisa se abrió paso en el rostro del ojiverde al terminar de deshacerse de cada lágrima, los pequeños y curiosos surcos en sus mejillas marcándose notoriamente. Louis Se preguntó si sería grosero poner sus deditos sobre ellos.

—Soy Harry. No voy a lastimarte.

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Nuevamente, muchísimas gracias por darle una oportunidad a ésta historia. Comenten que me encanta leer lo que ponen.
All the love. xx

Don't hurt me.  (L.S)  OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora