[1/2]

3.7K 180 94
                                    

Kun siempre se consideró un caso particular de la vida. Sus padres siempre se lo quisieron ver de esa manera y ha perdurado hasta estos días. Sus circunstancias eran, de hecho, para nada normales.

Qian Kun fue el hijo único de un matrimonio de betas. Su mamá siempre le dijo que se veía tan precioso en sus brazos, algo no tan común entre betas. Por eso es que cuando se presentó como omega, su madre por fin pudo chillar de felicidad porque su instinto siempre le decía que era demasiado bonito para ser un beta nada más. Su papá realmente no le dio importancia, pues lo adoraba de todas formas. 

Kun sabía que su existencia era algo peligrosa desde su niñez: sus padres, inmigrantes de China a Corea, se habían tenido que acomodar al programa del gobierno que tenían. 

Alfas y omegas no se pueden conocer hasta que el sistema les arregle un matrimonio. Mientras eso esperaba en ocurrir, cada omega y cada alfa tiene que ir a residir a las casas para su subgénero especifico. Estas casas de omegas y casas de alfas eran dirigidas por betas, los cuidadores podían ser viejos omegas o betas, de igual forma.

Pues sus padres vieron la oportunidad de ser dueños de una casa de alfas. Sabiendo que Kun era su pequeño omega, descartaron por completo la idea de dejarlo en una casa de omegas.

La casa de los Qian se había vuelto entonces en una casa alfa bastante famosa por su servicio y calidez. Kun comenzó a ayudar en la casa cuando era un niño apenas. Era divertido, recuerda. Su mamá le pedía que llevara los vasos de jugo a la mesa mientras terminaba de servir los platos con comida. Con unos once años cumplidos, Kun iba con cuatro vasos en sus manos de ida a vuelta desde la cocina. Los alfas era muy divertidos y buenos con él; los hermanos mayores que nunca tuvo. Aún así, sus papás no le dejaban sentarse con ellos a comer en la gran mesa y Kun lo encontraba aburrido, quería hablar con ellos, si era posible. 

Obviamente, así como alfas llegaban, otro se iban. Kun sabe que desde entonces, no estuvo muy interesado en estar dentro del sistema. 

Kun recuerda que su mamá estaba hablando de recibir a otro alfa dentro de la semana, así que le ayudó un día antes de la llegada del alfa a hacer la cama y decorar un poco el cuarto compartido. 

Sicheng llegó con apenas quince años. Kun dudaba de que fuera un alfa, pero así lo mostraban sus papeles. Era un muchachito escuálido, algo debilucho y tímido. Apenas pudo darle las gracias a sus padres por recibirlo y luego en la cena. Kun no podía hablarle a pesar de las ganas que tenía de hacerlo, sus papás podrían molestarse por eso. Ahora que lo piensa y trata de poner en orden sus pensamientos, puede que en ese momento su pequeño enamoramiento hacia Sicheng haya comenzado. 

Sicheng se volvía más hablador con ciertos alfas. Tenía buena química con Yuta, un alfa originario de Japón, lo mismo puede decir de su relación con Yoonoh. Kun solo podía escuchar de lejos, endulzando sus oídos con las pequeñas risas que Sicheng tenía para sus amigos. 

En una de esas ocasiones, Sicheng se había decidido a contar su historia a los residentes alfas y a sus padres. Era una noche cálida de viernes, todos cómodos con la presencia del otro, excepto Kun, que se supone que debía dormir a esas horas, pero estaba escuchando escondido tras la puerta del salón principal. 

El pequeño Kun se entera que Sicheng era constantemente golpeado por otros alfas de su escuela, simplemente por su apariencia. Kun se sintió realmente mal entonces, porque también pensó que él no podía ser un alfa con tal físico. Odia tanto esa orden sagrada de sus padres, de no poder acercarse más y hablarle, ayudarle. 

No puede hacer mucho, pero definitivamente puede intentarlo.

—¡Kun, ayúdame con esta bolsa!

La casa de los Qian | NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora