III. Amante de sus abrazos

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Lucy era muy amable, tenía 14 años realmente. Yo tengo 16, así que seremos buenos amigos, espero. Luego de presentarnos cada quién regresó al salón que le correspondía, pero quedamos en vernos a la salida, para conversar un rato. Cuando llegó la hora, me contó que ella no tenía padres, era huérfana. Vivía con su abuela, la cual era de bastante dinero. Sacaba buenas calificaciones, igual que yo. Me contó que esos chicos le hacían bullying hace mucho tiempo, 6 meses aproximadamente. No lo entendía, para nada. Era muy bonita, sacaba buenas calificaciones y no molestaba ni a una mosca. ¿Que defecto podría tener para tanto acoso?, la verdad nadie lo merecería de todas maneras. Mi duda existencial era de como su abuela no se enteraba de sus moretones, ya que eran bastante feos. La magia del maquillaje la ha ayudado todo este tiempo para ocultar aquellas marcas, ella no quería preocupar a su abuela ni a su abuelo. Además, esos patanes la tenían amenazada, al decir algo la golpearían mas fuerte, así que prefería dejarlo tal cual. Decidí aconsejarle, pues de todas maneras dudaba mucho que los chicos pudieran hacer algo, si lo mas probable era que podrían expulsarlos.

-¿Como puedes creerles? Tienen miedo Lucy, por eso es que te amenazan así.

-De todas maneras no pienso preocupar a mis abuelos -Dijo triste.

-¿No crees que lo mejor es ponerle fin a todo esto?

-No te preocupes, Brian. El próximo año me iré de aquí, me cambiaré de instituto; está bien así.

En ese momento me sentí triste, la única chica que me prestaba atención y que conocía, la que me acompañaba y se estaba volviendo mi amiga se iba. Y yo no podía hacer mas nada que quedarme solo. Al menos, tuve la oportunidad de ser su amigo, y aprovecharé al máximo estos 5 meses restantes con ella, porque es una muy buena chica. Lo bueno es que por fin dejará de sufrir, esos patanes no se saldrán con la suya, pues si se atreven a tocarnos un pelo les irá fatal. Me quedé pensándolo mucho, Lucía intentaba traerme a tierra nuevamente.

-Brian;Brian...¡Brian despierta!-Me gritó.

-Lo siento lo siento, aquí estoy.

-¿Que te pasaba?-Preguntó extrañada.

-Estaba pensando algunas cosas, perdón-Mi voz temblaba, pues tenía un gran nudo en la garganta.

-Prométeme que no le contarás a nadie todo el daño que me hacen esos chicos.

-Yo no permitiré que...

-Brian -Me interrumpió- Si quieres verme bien, prométemelo, ya estoy acostumbrada, y al fin y al cabo queda muy poco.

Ese era el problema -Pensé- lo poco que me quedaba con ella.

-No te preocupes Lucía, lo prometo.

-Gracias -Me abrazó- gracias de verdad.

Nunca nadie me había abrazado antes, ni mi perro. Sentí mariposas en el estómago, nunca sentí lo que era que alguien pegara su cuerpo hacia mi y entrelazara sus brazos en mí, entregándome todo su afecto. Fue algo tan mágico, que ahora me declaro amante de los abrazos. Corrijo, pues solos sus abrazos me hacen sentir así.

Pasado el rato nos fuimos juntos camino a casa, la acompañé a la suya y luego me fui a la mía. Pasamos anteriormente a un parque, hablamos mucho más de lo que habíamos hablado, cada vez nos conocemos mucho más. Me contó que ella tenía de mascota a un lindo conejo con manchas marrones, se llamaba Royer. Le conté acerca de Sammy, nunca lo olvido claramente. Me entendió a la perfección, pues ella lo quería de la misma forma que yo a Sammy. Quedamos de juntarnos un día para conocer a las mascotas ¡Qué divertido! Por fin saldré de casa con alguien con el propósito de divertirme. Lucía había marcado mi historia, pues al parecer éramos muy buenos amigos. Me centraré en que voy a disfrutar de nuestra amistad y no el tiempo en que nos resta. Pero tan solo al recordarlo se me revuelve el estómago. Ahora tan solo quería conocer a su adorable amigo Royer, me habló muy bien de él.

Fear days are overDonde viven las historias. Descúbrelo ahora