Darling » Mix

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El olor a palomitas recién hechas colándose por mis fosas nasales; el golpetear de la lluvia contra los cristales inundando con su sonido el ambiente. Era el plan perfecto en el día adecuado.
Tomé un sorbo del vaso con Lipton que acababa de llenar, apoyada en la encimera de la cocina mientras mi vista se fijaba en la carrera que las gotas de agua efectuaban para precipitarse hasta su final.
– Darling.– Su peculiar acento me hizo sonreír, sacándome del embobamiento en el que me encontrada sumergida.– ¿Me traes una cerveza de la nevera, por favor?
Asentí aun sabiendo que él no lo vería y me dirigí a la nevera para sacar de ella uno de los preciados botellines de cristal que contenía ese líquido que, aunque para mi gusto era demasiado amargo, a él le encantaba.
Con ella en mi mano derecha y mi vaso en la otra mano, me dirigí a su encuentro en el salón.

La pantalla de la televisión con la sesión iniciada en Netflix era la única luz que iluminaba el cuarto. El cursor se movía vagamente de un lado a otro en el teclado mientras escribía el titulo de la película: El corredor del laberinto. La habría visto al menos mil veces, pero no me importaba, en ese momento lo único que me importaba era disfrutar de su compañía.
Él se encontraba sentado en el sofá, con su espalda apoyada en el reposa brazos, sobre el que se encontraba apoyado el bowl de palomitas donde tenía su mano izquierda sumergida. Sus piernas estiradas completamente mientras Tessa se encontraba plácidamente dormida sobre sus muslos, aplicándoles un calor que era bastante necesario debido a la temperatura que envolvía el ambiente por muy alta que estuviera puesta la calefacción.
– Aquí tienes.– Anuncié ofreciéndole el envase de cristal.
Levantó su cabeza, tragó las palomitas que tenía en sus carrillos y me sonrió.
– Gracias, eres la mejor.
Aceptó la cerveza y elevó un poco más su cabeza en busca de mis labios. Sonreí, deslizando unos cuantos mechones rebeldes de mi pelo por detrás de mi oreja y me agaché un poco hasta que mis labios rozaron los suyos en un pequeño beso.
Acto seguido se revolvió sobre su asiento, haciendo que la pequeña Tess despertara y bajara del sofá para acomodarse en la pequeña camita acolchada que descansaba junto al mueble de la entrada. Él aprovechó este momento para levantarse un poco hasta lograr dar con el abridor que se encontraba encima de la mesa. El chasquido del metal contra el cristal al abrirse resonó por toda la habitación. Le dio un trago y la dejo encima de la mesa junto con el bowl de palomitas antes de retomar su anterior postura y palmear el hueco que había entre sus piernas. Lo acepté encantada y me deshice de mis zapatillas de andar por casa antes de tumbarme ladeada en dirección a la televisión con la cabeza apoyada sobre su pecho.

La escena de Thomas saliendo del ascensor se reproducía en la televisión cuando sentí como su mano se posaba sobre mi cabeza, revolviendo aún más el desastre de moño en el que mi pelo estaba recogido. Di un respingo cuando paso sus dedos por mi nuca y flexioné mi cabeza para finalizar la exposición de esta, él rió ante mi reacción. Mis ojos buscaron los suyos entre la oscuridad y me ofrecieron una mirada cómplice. El cuello era mi debilidad, pero eso él ya lo sabía.
Retomé mi postura, intentando concentrarme en la película cuando volví a sentir sus manos sobre mí. Esta vez dieron con el borde del final de mi sudadera y se colaron por dentro de esta. El tacto suave de sus dedos creando círculos sobre mi abdomen desnudo hizo que el vello se me erizara y la situación solo empeoró cuando sus manos ascendieron hasta mi pecho. Delineó el contorno del sujetador con uno de sus dedos y para este punto ya me costaba horrores concentrarme en el argumento de la película. Entonces paró y cuando creía que me iba a dar una tregua, sentí como sus dedos intentaban abrirse camino entre el sujetador para tocar uno de mis pezones. Solté un casi inaudible gemido cuando lo logro, consiguiendo al instante que este se endureciera.
Levanté la vista y me aproximé hasta sus labios puesto que no había mucho más que decir. El beso fue pasional, descontrolado y demasiado húmedo para mi gusto pero no me importo, nada me importaba más en ese momento que lo mucho que había echado de menos tener las manos de Tom tocándome de esa manera en la que solo él sabía hacerlo.
Era difícil aguantar tantos meses sin tenerle aquí, conmigo, en casa; pero cuando estaba, su simple compañía me resultaba tan gratificante que el sexo pasaba a un segundo plano.

One shots » Tom HollandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora