Sr Jams...

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Quisiera decir que desperté gracias al canto de los tiernos pajaritos y de un buen humor colmado de positividad, pero no es así, mentiría si dijera esa falsa de cuento de hada, la cruda realidad es que desperté por el sonido de la cansina alarma de mi móvil que repetía una y otra vez la aborrecida canción que por defecto mi móvil traía y que como no entiendo de tecnología, no cambié.

El buen humor no es lo mío y menos si es un lunes que podría estar descansando ya que no tengo clases, pero en cambio aquí estoy, a las 6 de la mañana levantándome para ir a trabajar a esa asquerosa cafetería, donde siempre entra ese señor mayor que intenta tirarme los tejos y que por respeto no puedo decirle cuatro cosas solo porque sino me despedirán y no tendré para pagar el alquiler o para comprar aunque sea un puñado de arroz, aunque con mi sueldo no me da para mucho pues aunque no pare de trabajar lo que me pagan es una escasa suma de dinero, así que sí, soy pobre señoras y señores, la cruda realidad del siglo XXI acecha de nuevo a la juventud.

Por cierto, mi nombre es Verónica Cooper y vivo en un pueblecito a las afueras de Ganea, una ciudad que ni siquiera aparece en el mapa ya que esta escondida entre dos grandes ciudades que cuadruplican sus habitantes, así que si buscas en internet "Ganea" no te saldrá nada, pasamos desapercibidos para la sociedad y para los que no es así somos tan solo una ciudad fantasma.

Yo personalmente soy de tez morena, con el cabello liso y negro como una noche sin estrellas contrastando perfectamente con mis verdosos orbes, soy delgada y con una figura curvilínea y aunque te impresione soy de la clase de mujer clasificada como normalilla, aquí los entandares son aún más altos que en el resto del mundo.

Además de que algo que ayuda a que sea de clase normalilla es mi escaso dinero en el banco ya que aquí la gente maneja bastante el dinero y a mí con mi rústico trabajo sí me da para llegar a fin de mes es un milagro.

Prosigamos, las cómodas prendas que cubrirían mi piel en breve yacían sobre las sedosas sábanas de mi cama, se podía apreciar un pantalón negro hasta los tobillos que al vestir mis aterciopeladas piernas se ajustaban con ganas a las curvas de mis piernas, cadera y finalizando en mi cintura, a la vera de la prenda se encontraba un ancho jersey color vino tinto que podía apreciar a simple vista que era un par de tallas más que la mía verdadera, tras colocar las prendas en mi cuerpo me calcé los pies con calcetines y después unas deportivas cómodas para un día largo.

Con pesadez y sin nada llenando mí estómago salí al portal de mi casa, observando cansinamente el camino ante mí, el cual comencé a recorrer hasta llegar al envejecido edificio de grandes puertas de madera e interior devastado, con gruesas columnas de mármol que en varias ocasiones temimos que dieran de sí y que el local se desplomara tras la caída de los pilares que sostienen la estructura de la anticuada cafetería.

Suspiré observando el letrero luminoso con bombillas fundidas, en el cual rezaba el nombre de la cafetería, "Billy's Coffe". Aproximé la llave a la ranura para abrir las puertas del local y finalmente dar paso al interior.

Antes de dar pasó a la clientela habitual preparé las mesas, cafeteras, recogí los cubiertos, platos y vasos del lavavajillas y encendí las calefacciones, mientras que colocaba las mesas Jeremy llegó.

Jer es el segundo al mando y a diferencia de su padre, el dueño de la cafetería, él es muy amable y nos suele ayudar en la barra.

Jeremy venía junto a Tobías y Mark, siendo esté primero el segundo camarero, un chaval de unos 19 años que llevaba un año con nosotros, y el segundo el cocinero, un muchacho de más o menos mi edad y la de Jeremy, aproximadamente 21 años. Los tres me saludaron y ayudaron a terminar de colocar las mesas y sillas.

Enamorada de mi acosador  (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora