Era un tintineo dulce y delicado, melódico y acompasado. Era un presagio de su muerte.
📍Relato ganador del desafío "La hora del misterio" organizado por el perfil @MisterioES.
📍Historia destacada del mes de febrero de 2019 por el perfil oficial de...
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Volvió a observar el cadáver que descansaba sobre la suntuosa alfombra del gran salón. Le resultó sorprendente la placidez que parecía reflejar la fenecida expresión del marqués.
A primera vista, no había ningún indicio que señalase a un tercero como autor de aquella muerte. Cuando entraron, la casa se encontraba totalmente sellada: puertas y ventanas cerradas a cal y canto, algo usual durante aquellas noches invernales. Tampoco había signos externos que hiciesen presumir algo diferente a un fallo cardíaco.
No obstante, el inspector Morelli sabía que pocas veces las cosas eran como aparentaban ser.
Se aproximó hasta el cuerpo lo suficiente para poder vislumbrar la boca entreabierta del marqués, de cuyas comisuras sobresalía una especie de cordel.
Con sumo cuidado, y abriéndole la boca con suavidad, sujetó entre sus dedos el cordel, que se prolongaba hasta la garganta. Tiró de él, notando cómo el cordón ascendía por su esófago.
Fue entonces, cuando a sus movimientos, pareció acompañar un leve tintineo. Reconoció el inspector aquel sonido, semejante al tintineo de una campanilla, que parecía provenir del extremo del cordel que seguía extrayendo de su garganta.
Como había supuesto, una vez terminó de sustraer el interminable cordel del interior del marqués Fiore, comprobó que, unido a su extremo, había una pequeña campana dorada.
Al inspector Morelli no le cupo duda, entonces, de la premeditación que el asesino había empleado a la hora de cometer aquel crimen.
Examinó con detenimiento la campanilla. Observó cómo el tiempo parecía haber hecho mella en ella, ajándola y deteriorándola. Además, a juzgar por los materiales empleados en su fabricación, no parecía tener gran valor.
Fue cuando analizaba el inspector el interior de la campana, cuando apreció unas pequeñas letras grabadas cerca de uno de sus bordes: A.S.
—¿Qué puede ser? —musitó, sin perder de vista el grabado de la campanilla.
Morelli comenzó a buscar el sentido al mensaje que el asesino había colocado convenientemente en el cuerpo del marqués. Sabía que el autor quería que descubriesen el significado que podría conducirles a las claves de su crimen. Pero, ¿por qué?
«Lo más probable —pensó, mientras sus ojos se posaban en los cientos de libros que se desperdigaban por las estanterías de la biblioteca del gran salón—, es que se trate de las iniciales de un nombre» Vio cómo varios de sus compañeros le observaban desde la distancia. Bien sabían cómo se las gastaba el inspector si se les ocurría interrumpirle durante una de sus cavilaciones acerca de un caso.
—¿Por qué iba alguien a grabar sus iniciales en una campana que apenas valdrá unas liras?
Al tratar de descifrar el origen de la campana, se percató.
—Allegra Simone —musitó. Aquella era una de las campanillas que las prostitutas solían llevar en sus sombreros como reclamo de sus servicios. Y las siglas A.S., bien podían corresponder con las de aquella mujer que desapareció en extrañas circunstancias hacía escasos meses—. No puede ser, —el miedo estremeció su alma cuando descubrió que era verdad—, Allegra está muerta.
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