Fantástico

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—En ocasiones me pregunto si es normal que un cazador de sombras se vea tan delicado.

Escuché un; puff, por parte del maldito teñido que desafortunadamente me había tocado de cuñado.

—J- ¡Jace, no te metas! —Alec sin embargo, se sonrojó y terminó por darme un dulce beso en la punta de la nariz.

El tierno gesto, me sacudió por completo. Nunca me había sentido especialmente idiota por alguien, pero mi Omega era tan hermoso y tan noble, que terminaba por derrumbar cada una de las barreras que yo mismo me había puesto.

—Si, Jace. Deja de meterte o acabarás en Japón. —Pero aún si lance una advertencia, mis ojos no dejaron de contemplar lo hermoso que Alec se veía.

No hacia nada especial, solo se encontraba sentado a mi lado, mientras limpiaba la punta de un par de flechas.

—¿No puedes mandarme a México?

—¿Con los tacos? —Murmuró inocentemente mi dulce Omega.

—O dentro de uno. —Comenté con cierta malicia.

Alec sonrió y suspire como un imbécil enamorado y apretuje a mi Omega en un abrazo, le dejé un beso en la colorada mejilla y me deleité con el aroma dulzón que desprendía tiernamente.

No me importaba que su familia me tocara los cojones de vez en cuando, si a cambio, podía verle y abrazarle mucho.

Asombrosamente, es así como se siente estar enamorado.

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