Amo la música, no es una simple oración, no lo digo por decir.
Amo el sonido de cada instrumento, amo cada ritmo, cada armonía.
Y uno diría que la música, de cualquier manera no se podría odiar, y mucho menos después de haber dicho lo pasado, pero es que también se puede despreciar tanto.
Odio, odio, odio la música, odio MI música y mi sorprendente falta de talento, odio mis dedos torpes al tocar algo que adoro, odio mi falta de ritmo, mi falta de afinación, y lo peor de todo, es que la sigo amando, la amo con toda mi alma y se que es confuso, pero es que me odio a mi junto a la música, y a la vez me siento tan satisfecha de tocarla.
Este precioso arte me provoca tantos sentimientos.
Y es lo que la hace única, mi única y más preciada pasión.
Pero ahora hablemos de los maestros de este arte ¡Dios!
A mi parecer el requisito más importante para serlo, es la inevitable falta de tacto, la rudeza para hablar, la agilidad pero destrozar las ilusiones de miles de alumnos.
Y ni siquiera es que esté en contra de esto, la música es tan difícil que necesita de maestros al nivel de esto.
Pero ¡Agggg! tanta rabia sientes ante las palabras de estos tipos, tanto enojo, pero no es hacia ellos, no, nunca es hacia ellos, es hacia a ti.
Ptm.El vídeo que puse arriba, es una pieza que estamos tocando actualmente en la orquesta en la que estoy, es el cuarto movimiento, es muy bellísimo, y es también, demasiado difícil para mi.
Me estoy esforzando en tocarlo realmente bien, y lo tengo, lo puedo tocar, pero es cuestión de mucho trabajo por parte mía, me siento tan estresada, impotente, porque hay personas en esta orquesta las cuales me falta muuucho para poder tocar como ellos, ni si quiera tengo idea de como llegué aquí, pero en fin, estoy aquí. Y tengo una gran distracción: Ángel