Ángel, el chico de los 32 lunares en la cara, el chico encorvado con expresiones y ademanes extraños.
Con sonrisa preciosamente siniestra, mirada graciosa, cabello corto y a la vez descuidadamente largo, éste chico, este maldito chico que no me deja respirar cuando estoy cerca de él, el chico de la mochila de Black Sabbath, de los eternos sacos combinados con pantalones de mezclilla y tenis, el que me mira cuando piensa que no me doy cuenta, el tan amargado que nunca quiere salir, el de las películas favoritas extrañas que ahora son mías también, el que a mi parecer toca precioso a pesar de sus desafinaciones y otros errores.
ÉL siempre, siempre él, todos los días, todo el día. Él, viéndome, él tocando cualquier pieza, él durmiendo sin importarle quien lo vea, él siendo tan amable y lindo con todos, él, y el roze de su mano... Mínimo contacto que hace que mi corazón se detenga, y que luego empiece a latir con tanta fuerza.
Y luego yo, ésta chica que se muere por tocarlo, que ansía acariciar sus mejillas, hundir los dedos en su espeso cabello, meter los brazos por su saco abierto y abrazarlo, que ansía aspirar su aroma más de cerca, poder verlo a los ojos sin ningún miedo, esa, esa soy yo.U
na chica más para él, una chica que se está perdiendo totalmente en todos sus defectos, y virtudes y ni siquiera lo nota, o lo nota, pero le da igual...