El Principio del Fin

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Hace mucho tiempo, cuando la monarquía todavía dominaba en la mayoría del mundo, la familia de Borbón reinaba en Francia. En estos tiempos el rey era Louis XVI, quien reinaba junto a su esposa Maria Antonieta. Su reinado no tenía del todo contento a su pueblo pues los murmullos de un levantamiento rodeaban la casa real. Sin embargo, ellos vivían ignorado todos los rumores, encerrándose en su palacio, con todos los lujos posibles que estuvieran al alcance en la época, mientras su pueblo moría de hambre.

Todos los días despertaban al bello cantar de las aves mientras su desayuno se les servía en la cama, como siempre en bandeja de plata y sus tres hijos: María Teresa, Louis y Viviane saltaban entre las sedosas sabanas de su cama.

Sus hijos eran la adoración de su padre, quien desconocía los limites al tratarse de mimos y regalos para ellos. Ya fuera llevarlos a montar por los bellos jardines de Versalles, hacer esgrima con Louis o tener una tarde de galletitas y té con sus hijas, de cualquier manera posible encontraba tiempo para poder disfrutar con ellos. En especial con su hija mayor, Viviane, ya que era muy cariñosa con su padre sobre todo en tiempos difíciles como la muerte de dos de sus hermanos:  un par de años antes perdieron a su hija Sofía, víctima de tuberculosis, al igual que a Louis Joseph, quien falleció del mal del Pott. 

Los grandes gastos del rey hacia sus hijos no eran del todo desconocidos, pero lo que más enfurecía al pueblo eran los bailes o cualquier tipo de fiesta que se ofreciese

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Los grandes gastos del rey hacia sus hijos no eran del todo desconocidos, pero lo que más enfurecía al pueblo eran los bailes o cualquier tipo de fiesta que se ofreciese. En estas fiestas abundaba el alcohol, la comida, cualquier tipo de exceso con el que se pudiese soñar. Sueños muy lejanos para el resto de los ciudadanos que no perteneciesen al cuidadosamente seleccionado círculo social del rey. 

Estas actividades reprobadas por el poblado se repetían sin cesar en la vida diaria de sus monarcas. Y ahora era un viaje del rey a tierras lejanas, después organizaban fiestas por montones, seguido de sus lujos y "necesidades" personales. Era todo cuestión de tiempo para que el vaso se colmara y la gente estallara. 

Fue en una fría noche del 5 de octubre de 1789 que el rey decidió ofrecer un gran y ostentoso banquete en honor al ejército Flandes. El derroche de aquel evento pronto se dio a conocer entre el hambriento pueblo que enfurecido buscaba una manera de reaccionar contra tal insulto. 

Se encontraban en el gran salón adornado para la ocasión: con los grandes candiles colgando de los techos pintados al fresco, mesas atiborradas de los platillos más deliciosos que pudo crear el chef de su majestad, con las cortinas abiertas de par en par para que se pudiesen ver los paisajes de los alrededores difícilmente visibles entre la neblina. 

Y fue entre esa neblina donde pequeñas luces rojas empezaron a resaltar

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Y fue entre esa neblina donde pequeñas luces rojas empezaron a resaltar. Los invitados poca importancia le dieron y siguieron con lo suyo. Con el paso de los minutos les resulto imposible ignorar aquella situación. Las luces rojas se volvieron mas intensas y vinieron con ellas las siluetas y las voces de una muchedumbre enfurecida.

 La muchedumbre siguió hasta detenerse frente a las puertas doradas del palacio. Los invitados comenzaron a acercarse a la ventana para admirar esa situación tan  inusual.  Las puertas del gran salón se abrieron, mostrando entre ellas a uno de los guardias del palacio, quien venía como mensajero de la muchedumbre. El mensaje consistía en que Louis XVI debía transformar su estilo de vida, dejando a un lado los innumerables lujos por una vida mas sencilla. Debía ser más como el pueblo pero también ver más por ellos, buscaban que se les ayudase, que se les diera pan y vino para el día a día.

El rey enfurecido se negó rotundamente, el guardia sorprendido le advirtió que había una amenaza:  si él se negaba, el pueblo se vengaría con toda la familia real. En principio no lo tomó en serio, pero al ver que sus tres hijos se encontraban fuera de sus camas apreciando lo sucedido con caras de terror su corazón se enterneció por lo que decidió salir a discutir  para llegar a un arreglo.

En cuanto el rey cruzó la puerta sus hijos se lanzaron llorando a sus pies implorándole que se quedara con ellos, sin embargo el estaba decidido a solucionar el problema y en cuanto logró que se le despegaran salió a la entrada del palacio para encarar al grupo. 

Sus hijos corrieron a la ventana, buscando no perder de vista a su padre, quien permaneció detrás de la reja en todo momento

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Sus hijos corrieron a la ventana, buscando no perder de vista a su padre, quien permaneció detrás de la reja en todo momento. Las lágrimas todavía se deslizaban por las mejillas de Viviane, quien no soportaba la idea de le pasase algo a su amado padre. La gente se lanzaba contra la reja intentando entrar pero el rey siempre se mantuvo en calma discutiendo simplemente con el líder del grupo. 

Finalmente, llegaron a un acuerdo. El rey ingresó al castillo pero nunca regreso a la fiesta. Se le pidió a los invitados que siguiesen bailando, todo el mundo actuaba con demasiada normalidad. Viviane continuaba preocupada y después de que la obligaran a regresar a su habitación junto a sus hermanos, salió a buscar a su padre en sus aposentos. 

Al abrir sigilosamente una de las puertas lo encontró, sentado frente a un escritorio de madera de caoba importado de Rusia viendo fijamente un vaso de whiskey escocés. No faltando la costumbre,  Viviane se acercó tiernamente a su padre, de quien resaltaron sus ojos de preocupación entre la tenue luz de las velas. Delicadamente percibió la angustia y con voz suave pregunto a cerca de la situación.

El silencio fue tajante, la respuesta fue clara. 

"Han tomado la bastilla".  

  

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(Esta historia es una combinación de hechos reales con ficción) 

La hija del reyWhere stories live. Discover now