Mentes Criminales: Crónicas Blancas (Spencer Reid)

*8:00 am*

Hoy sería un día como cualquier otro. Un día lluvioso. Mientras tanto, yo me voy preparando para ir al trabajo. Hoy ingresaré en la Unidad de Análisis de Conducta, con Hotchner. Por eso, y sólo por eso, hoy es un día especial. Aunque al tiempo no le importe.

En realidad, a mí me gusta la lluvia. Peino mi negro cabello, y decido dejarlo suelto. Tengo el pelo muy liso, con fleco, de un color negro azulado. Mis ojos son azul claro. Cojo el paraguas y salgo a la calle. Voy a la estación de metro y subo. Al salir, noto que una chica mira hacia mí. La pobre no lleva paraguas, y le pregunto adónde va.

-Voy al trabajo, trabajo en la Unidad de Análisis de Conducta, en el FBI.

-Te acompaño, soy la nueva del grupo.

-Ah, yo soy García, Penélope García. Llámame García. Qué asco de tiempo, ¿verdad?

Suelto una carcajada, me recuerda a James Bond cuando se presentaba. Me mira como interrogándome con la mirada, así que le aclaro el asunto. Ella tiene el pelo rubio platinado y recuerdo repentinamente que olvidé presentarme.

-Yo soy Bianca Mancini. Encantada.

Llegamos al edificio hablando, al parecer ella es la que se encarga de los ordenadores. Nada más entrar veo a un chico moreno,musculoso, que nos saluda:

-Hola preciosa. ¿Quién es tu amiguita?

-Hola guapo, ella es Bianca, la nueva integrante del grupo. Bianca, él es...

-Derek Morgan, puedes llamarme Derek o Morgan.

-Yo soy Bianca Mancini, como dijo García, puedes llamarme Bianca, Mancini o Bia... o como se te ocurra.

-Encantado Bia.

En eso se acercó un tipo con aspecto de serio, se presentó como el agente Aaron Hotchner, aunque todos lo llamaban Hotch. Me presenté otra vez y llegó un tal Jason Gideon, que yo había visto en un aula hablando de un tipo, el asesino del sendero. Vi que se estaba acercando también un chico y lo esperé, no tenía ganas de repetir la presentación.

-Buenos días, soy Spencer Reid, puedes llamarme Spencer o Reid, aunque todos me llaman Reid.

Era un chico atractivo, de pelo castaño claro y ojos del mismo color. A diferencia de los demás, no llevaba traje (García tampoco, su vestimenta era bastante parecida a ella: colorida), y yo agradecí aquello pues había llegado a la ciudad por la mañana y la poca ropa que tenía era la que había sobrevivido al incendio de mi casa (nunca dejar a un chico en tu cocina).

Cuando me hube presentado por tercera vez, ya bastante harta, me enseñaron mi mesa y me dejaron allí ordenando mis pertenencias. Luego pasamos al avión, donde expliqué el caso.