La Vida Sin Ti ||Oreo

2

Christopher no sabia como pero había aguantado 6 meses sin Richard.

Sin sus besos, sin sus abrazos, sin su calor.

Cuando por fin pensó que había encontrado al "amor de su vida".
Siempre había pensado que eso no existía, pero Richard le había hecho cambiar de opinión.

Se había prometido no enamorarse, pero desde la primera vez que vio a Richard esa promesa quedó completamente destruida.

¿Como no amarlo? Si apareció justo en el momento en el que estaba perdiendo la poca esperanza en el amor que le quedaba.

—¿Chris? —Preguntó la voz que menos quería oír, pero que sinceramente, extrañaba con toda su alma.

Estaba dolido con él, porque lo amaba demasiado y lo único que hizo fue decepcionarlo.

No quería oírlo porque sabía que solo le haría más daño.

Sus ojos inmediatamente se llenaron de lágrimas que rápidamente empezaron a resbalar por sus mejillas.

—Bebé... —Suplicó desde detrás de él.

—Vete... —Dijo en un sollozo.

—¿Podemos hablar? —Preguntó agarrándolo de la mano haciéndolo estremecer.

—No tenemos nada de que hablar.

—Solo quiero explicarte..

—¿Porque me ilusionaste? —Lo interrumpió.

—Chris...

—¿Tan difícil era decírmelo?, ¿No pensaste en como me iba a sentir?

—Fui sincero contigo...

—Si claro. —ironizó.

—No te mentí cuando te dije que te amaba.

—¡Pero con el resto de cosas si me mentiste! —Volvió a sollozar. —Te fuiste Richard, me dejaste sólo como si yo tuviera la culpa de todo.

El mayor solo bajo la cabeza y le entregó un sobre.

—Leela ¿si? —Pidió mientras unas lágrimas rodaban por sus mejillas. —Me iré, a Londres.

El castaño no respondió sólo desvío la mirada intentando ocultar su dolor.
—Solo quería que sepas que te amo —Declaró, y esta vez era el quien sollozaba.

Se acerco lentamente al menor y unió sus labios formando un dulce beso.

Intentando memorizar el dulce tacto y sabor de sus labios, sin duda alguna extrañaría demasiado sus besos.

Un beso lleno de sentimientos y emociones.

Amor, tristeza, melancolía y  pasión.

—Gracias por haberme hecho tan feliz.

Sin nada más que decir, el mayor se montó en su camioneta y se alejó.

Dejando en aquel muelle un pedazo de su corazón.

Aquel muelle en el que se habían dicho lo que sentían.

Aquel muelle al que Christopher iba cada vez que necesitaba un poco de tranquilidad y aislamiento.

El castaño sólo se dejo caer al suelo sintiendo un vacío en su pecho.

Abrió el sobre y se dispuso a leer.

Hola bebé, no se como empezar una carta, ésta en específico, supongo que si estas leyendo esto es porque ya me despedí de ti.

Mi vuelo sale a las seis en punto.