Especial

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POV. JIHOON


El paso del tiempo nunca había sido un tema importante en mi vida, de hecho, había estado siempre tan ocupado con los estudios o mi trabajo que sabía en qué día vivía sólo porque lo necesitaba para respetar mis turnos en consulta; sin embargo, desde que conocí a Abbie el tiempo se ha escapado entre mis dedos, tan rápido, que temo no saber aprovecharlo.

Hace cinco años que todo esto comenzó, mil ochocientos veinticinco días junto a la persona más increíble que pueda existir y, ante todo, más compatible con mi personalidad. No sabría decir cuántas horas gastamos escuchando música abrazados en nuestra cama o comiendo palomitas mientras que vemos "Los vengadores" por decimonovena vez.

En este tiempo hemos podido atar muchos cabos sueltos de nuestra relación, como por ejemplo, el lado derecho de la cama le pertenece a ella o que no puede faltar el café en casa si no quiere que esté en mi modo gruñón todo el día. Otro punto importante, es que la palabra "matrimonio" no formaba parte de nuestras vidas. Estábamos bien tal cual como vivíamos, de hecho, cualquiera que nos conociera pensaría que ya estábamos casados; sin embargo, había una palabra en la que nunca había pensado y, de no haber sido por el dichoso de Wonwoo, no habría estado por semanas repitiendo el mismo tema de conversación conmigo mismo una y otra vez. ¿Qué pasaba con la palabra "familia"? ¿Abbie pensaba de nosotros dos como eso o realmente necesitaríamos algo más?

―No me digas que nunca habías pensado en tener un hijo. ―dijo Wonwoo sorprendido con los ojos de par en par mientras que tomaba un trago de su cerveza. ―¡Incluso yo lo hice!

―¿Y a qué conclusión llegaste? ―murmuré mientras que daba vueltas a mi vaso con mi dedo índice. Él se despeinó su cabello de color oscuro, dejando varios mechones a cada lado.

―No estoy muy seguro, realmente me gusta la idea pero...

―Demi. ―Terminé yo, a lo que él respondió con una amarga sonrisa.

―Está asustada y lo entiendo, cree que no sería capaz de ser una buena madre, le aterra que su hijo no la quisiera, ¿puedes creerlo? ¿Quién en su sano juicio la odiaría?

―Yo la odio a veces. ―contesté rápidamente y Wonwoo formó una fina línea con sus labios.

―Eres su cuñado, es su trabajo molestarte.

Aquella conversación continuó repitiéndose hasta que, finalmente, la respuesta vino sola y sin quererlo.

Era un domingo de madrugada y, tanto a Abbie como a mí, nos había tocado el horario de madrugada para suplir las urgencias que hubiese. Era aterrador como la gente parecía enfermar hasta casi morir en cuanto el sol se ponía, como si la oscuridad se llevase la salud de las personas.

El pelo de ella estaba recogido en un moño despeinado y su tez pálida estaba adornada por unas oscuras ojeras que la hacían ver más cansada de lo que aparentaba estar por la forma en la que salía de consulta y entraba innumerables veces mientras que yo me encontraba sentado, odiándome a mí mismo por no poder hacer nada por ella.

De repente, ya cerca de las cuatro de la mañana, una señora algo regordeta y el pelo rizado, apareció con una mano en su estómago. Su entrecejo estaba poblado de arrugas, muy posiblemente a causa del dolor, y sus piernas parecían gelatina. Me puse de pie rápidamente para ayudarla a sentarse y ella me lo agradeció con un murmullo suave. Después de asegurarme que estaba lo más cómoda posible, volví a mi sitio, no sin antes verla, deteniendo mis movimientos y latidos.

Abbie llevaba en sus brazos a un niño, podría tener unos cinco años y estaba tan cansado que un hilo de baba colgaba a lo largo de su barbilla, el cual se encargó de limpiar ella con un pañuelo que escondía en uno de los bolsillos de su bata. A pesar de las largas horas de trabajo, Abbie llevaba una de sus mejores sonrisas, mientras que acunaba al pequeño para que acabase rendido ante sus encantos.

―Lo siento joven, ha sido todo tan rápido que no tenía con quién dejarlo, así que tuvo que acompañarme. ―dijo la que supuse que era su madre.

―No tienes de preocuparte, me encantan los niños. ―contestó ella, como si hubiese recobrado la fuerza que necesitaba hacía unos minutos.

Ese fue el momento que marcó un antes y un después, el mismo en el que lo entendí, necesitaba formar una familia, ver esa imagen cada día de mi vida, porque el mero hecho de imaginarlo ya hacía que algunas lágrimas se aglomerasen en las esquinas de mis ojos.

El resto de horas fueron lentas, aún más con el mensaje en la punta de mi lengua, deseando ser liberado. Abbie y yo, como siempre, caminamos dados de la mano de camino a casa que, para nuestra suerte, no estaba muy lejos de allí.

―He estado pensando... ―Comencé, a lo que ella me observó atentamente mientras que hacía balancear nuestras manos.

―Eso me asusta, normalmente no sueles hacerlo. ―dijo ella mientras que sus ojos se cerraban intentando ocultar una risa.

―Hablo en serio. ―Y en ese momento cualquier gesto de humor se esfumó de su rostro, volviéndose preocupado. ―No es nada malo, supongo, de hecho es una pregunta más que nada, no es como si fuese a obligarte si no quisie-

―¡Por favor suéltalo ya Lee Jihoon, me va a dar un ataque! ―gritó mientras que sacaba las llaves del bolsillo de su abrigo y abría la puerta de nuestro hogar.

―¿Te gustaría formar una familia? ―Parecía que me faltaba el aire y mi rostro posiblemente estaba tan rojo que solo hacía que la vergüenza se hiciera mayor. Abbie estaba en silencio y más sorprendida de lo que la había visto jamás y aquello no sabía si era bueno o malo.

―¿Estás seguro? Quiero decir , ¿es lo que quieres realmente? Un hijo es una responsabilidad enorme.

―Si hay algo en lo que esté más seguro que de la idea de ser padre, es de que te quiero a mi lado toda la vida Abbie. ―Ella jamás respondió a mi pregunta, si es que la forma en la que se abalanzó a mis brazos mientras que repartía pequeños besos por todo mi rostro no fue una.

―¿Qué te parece empezar desde ahora? ―murmuró mientras que rodeaba sus piernas en mis caderas y jugaba con mi cabello entre sus dedos.

―Primero, déjame tomar mi café, después soy todo tuyo. 

IncidentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora