2. Ahora debo ser rubia.

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Un golpe en mi puerta hizo que despertara del golpe, que manía la que tenía el mundo últimamente de despertarme de las peores maneras. Fui a ver de qué se había tratado con mis dedos rascando mis ojos y encontré un periódico en la puerta. Genial, ahora tendría el cesto lleno de periódicos.
Un momento...
Hice una taza de café y me senté en el sofá abriendo el periódico en la sección donde estaban los trabajos disponibles.
Todos los trabajos que se mostraban ahí eran bastante aburridos o poco viables, pero uno llamo mi atención: Asistente de ventas Kollak.
No conocía de nada la marca, pero decidí que me presentaría a ese, después de todo, no tenía mucho que perder.
Agarre un post it y escribí la dirección en donde estaba. Corrí a bañarme y a arreglarme para llevar mi currículum.
Eran las 10 de la mañana y se podían ver varias personas a los alrededores, acá así comienzan el día temprano. Detuve un taxi y le di el post it con la dirección, este me miro como si hubiese visto un muerto y solo se limitó a arrancar. Que extraño conductor, que no vaya a salir mal parada en mi primer día acá.
Después de unos 40 minutos, llegamos a un lujoso edificio, se notaba que quien fuera el dueño ganaba bastante pasta, pues era de los edificios más elegantes y sofisticados que había en la zona (cabe destacar que se trataba de una zona ostentosa, pues cada edificio era más moderno que el anterior.) Pague al taxista y suspire al tener en frente semejante monumento, alise mi ropa, que hasta antes de llegar me había parecido apropiada. Caminé con toda la seguridad que reuní hacia la entrada, cosa que desapareció en segundos al entrar por la puerta giratoria y ver dentro mujeres cada una más hermosa que la otra; podrían tener fácilmente mi edad, pero Dios que si se sabían vestir las malditas. Sacudí la cabeza sacando esos pensamientos y puse mi mejor cara al llegar a la recepción (donde claramente, me recibió una de esas bellas mujeres).

— Buenos Días señorita, ¿Puedo ayudarla en algo?
Me dijo en un perfecto acento británico. Sonreí.

— Buenos días, vengo por la vacante de ventas, vi el anuncio en el periódico.
Asintió, dígito unas cosas en el computador y me miro:

— Bien, segundas escaleras a mano derecha, piso 8, oficina 809.
Dijo mientras me escribía el piso y la oficina en un papel, añadió: — Bienvenida a Kollak señorita.

Musité un "gracias" y caminé hacia donde ella me dijo, comencé a pensar que se trataba de una broma, pues en todo el camino no me encontré a nadie, parecía un sitio totalmente desierto.
Llegue al octavo piso y me acerqué ahora a la secretaría que había al bajar (no me explicaba de donde sacaba el dueño tantas mujeres hermosas).

— Permiso, vengo buscando la oficina 809.
Abrió la boca e iba a responderme cuando, por unas puertas de cristal, salió un hombre digno de revista porno. Desde sus ojos azules, su tez morena y esa figura imponente.

— Creo que me buscas.
Tosí y la secretaría río sin ningún disimulo, yo no tengo la culpa de que, o sean mujeres sacadas de Victoria Secret, o un hombre que con solo mirarte, te derrite.

— ¡Ojo te caes, que babeas!
Exclamó y quise que me tragase la tierra.
Le sonreí apenada y seguí al hombre hacia la oficina, no podría concentrarme en la entrevista con alguien así entrevistándome, tendría que considerar luego la opción de ir al café.

Abrió otra puerta de cristal y le señaló que pasará primero, entro y cerró la puerta tras de sí.

— Siéntese.
Me dijo con el tono más serio y cortante que pudo usar, asentí con la cabeza y tome asiento.

— Dígame su nombre.
Dijo sin mirarme, saco una libreta y comenzó a escribir.

—Ángela Fels.

—¿Edad?
Pregunto otra vez sin mirarme, digamos que me estaba comenzando a molestar.

— 24, y sin ofender, pero creo que debería mirarme mientras le respondo.
Dije y me arrepentí inmediatamente, pues este, levantó la cabeza y me miro con el ceño fruncido y una dura expresión.

— Pensé que le causaría algún tipo de incomodidad.
Muy bien, lo que tenia de lindo por fuera, lo tenía de patán. Rodé los ojos y este volvió su mirada a la libreta.

— ¿De donde viene? ¿Por qué quiere trabajar con nosotros?

Suspire al escuchar la primera pregunta, aún dolía pensar en ello.

— Soy Chilena pero viví siempre en los Estados Unidos, y con respecto al otro, tengo una especialización en Ventas y pensé que podría aplicar para el trabajo,

Dejo de escribir, alzo la mirada y comenzó a hablar:
— Sinceramente señorita...— bajo la mirada a la libreta para recordar mi nombre.— Fels, no se ofenda ni nada, pero usted no... tiene perfil para estar en esta empresa.— finalizó mirándome de arriba a abajo.

Sentí inmediatamente como la sangre hervía dentro de mi, no se estaba basando en mis conocimientos (qué no se había tomado el tiempo de preguntar por ellos), se estaba basando en mi apariencia física (qué tampoco estaba tan mal, pues soy bastante alta, delgada, y he ido al gimnasio durante un par de años).

— Con todo respeto señor...— recordé que ni me había dicho su nombre, abrió la boca pero lo corté.— No me importa, si usted está buscando a alguien por qué sea rubia y perfecta como todas las que acá trabajan, su empresa no va a prosperar mucho.

Dije y me paré con toda la dignidad del mundo, me estaba dirigiendo hacia la puerta cuando escuché un pitido, corrí hacia ella pero fue el vano, el la había cerrado. Voltee furiosa hacia el, sin medir que al voltear, el estaba tras de mi, por lo que quede a centímetros de el.

— Para iniciar, mi nombre es Luka Miles, segundo, es mi empresa y yo decido a qué tipo de mujeres contrató.
Se acerco más a mi (si es que era posible) y me miro esperando respuesta.

— ¿Quiere dejarme salir?
Pregunte temblorosa, el sonrío victorioso.

— ¿Quiere o no firmar el contrato?

Estaba lista para decirle sus mil verdades y salir con toda la dignidad, pero por mi mente pasó el hecho de que, o firmaba acá, o a esta altura terminaría volviendo a casa. Controlé mi lengua viperina y sonreí falsamente.

—Pues obvio, que más hermoso que trabajar con usted y sus modelos.
Si las miradas mataran, en ese momento me hubiese mandado directa al cementerio.

— Pero tendrá que utilizar una peluca rubia, son políticas.
Me ahogue al escuchar eso y mi risa nerviosa salió a flote.

— No creerá usted que yo haré eso, me encanta mi cabello rojo, tendrá que acostumbrarse a él.
Sonrío ampliamente y se alejo para sacar el contrato de su escritorio.

— Como quiera, no era en serio.
Me hizo una señal para que me acercara, suspire y me senté a su lado.

Después de leer las 4 hojas que constituían el contrato (cúlpenme, no lo leí todo) firme y el me miro satisfecho.

— Muy bien, puede comenzar a trabajar hoy.
Extendió la mano para que se la estrechara y eso hice, ahora si, que comience esto.

Eterno (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora