Capítulo 1: "Not sad, but...not happy"

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Shelle tiene 20 años, es joven, en todos los sentidos en los que pueda ser utilizada esa palabra de forma sana, menuda, con su figura ... Que no representaba un sueño, era sólo la realidad que muchos querían ver al despertar. De pelo castaño muy claro, casi rubio, lacio y con pequeñas ondas en las puntas que rozan casi su cintura. Llevaba un cerquillo con unos flecos a los lados . Estudia su 3er año de la carrera de Derecho. "Escapó" de las riendas de su madre que vive en otra ciudad para hacer la universidad cuando tenía 18, vive con su hermana mayor quien se encarga completamente de ella, médico, de 27 años, es su ídolo, su protectora y su escudo, aunque muchas veces su luz no llegue a ella, como había sucedido la noche anterior, Chantelle es su motor para todas sus actividades. El único amor de a diario que sabe, con seguridad, que no le va a faltar ni a fallar nunca. Quien pone su sonrisa en sus labios con un café y un "buenos días tata" cada vez que se la quita un caballero de armadura que resulta un Don Juan envuelto en papel aluminio. Cosa que solía pasarle con frecuencia a Shelle.
Por otro lado, Leandro, seguía siendo toda una enigmática personalidad aún para los que le conocían, parecía como salido de otra era. De pelo rubio rizado, ojos claros, estatura media que aún así, era mucho más que la de Shelle, músculos muy bien formados, una mirada penetrante, de poca habla y palabras consisas, su simple mirada y su sórdida voz relataban una historia y un dolor profundo que contar. Vivía a unos 80km de donde estaba, 26 años, recién graduado de Periodismo, y cuando digo "recién " hablo muy literal, cargaba aún con su título en la mochila. Ella lo imaginaba como acabado de salir de un gran anfiteatro donde veía fluir el gran sueño de su vida, sólo que ... sus ojos expresaban muchas más cosas.

《-xxx-》

Shelle se halla, en la mañana del día 4 de junio, en una de las situaciones que nunca creyó posible en su condición humana. Estaba desnuda, poniendo telas a su cuerpo y vendando otra vez sus muñecas, cotejando las dudas e inseguridades en su cabeza, o haciendo el intento, ya que una persuasiva mirada desconocida la presionaba a intercambiar ideas visualmente... Y ella .... Se resistía al incómodo momento.
Horas antes había intentado quitarse la vida, no lo consiguió y al parecer, no estaba resentida con eso, tampoco lo había pensado, sólo quería buscar ayuda para aclarar todos los nuevos sentimientos que tenía en su cabeza, no en su corazón. Como de costumbre, adicta a todo lo que quema el alma y le quita el hambre. Y encima, sufriendo en la compañía de un hombre que desconocía... Y no sabía si agradecía su existencia o deseaba su desaparición.
Él, de mente ávida y experimentada ya, intentaba también organizar sus ideas, sus sentimientos. El objetivo de su somero viaje era comprender por qué cuando por fin podía pararse y dejar de gatear, volvía a tropezar con uno de los traicioneros juguetes que había dejado caer antes ... y flaqueaba, una vez más, al suelo; curiosa la casualidad ... de que siempre era el mismo juguete. Como diría "el diablo ilustrado" criticando algo a lo que él se opondría: amar es una debilidad. La más grande. Y en ese caso, él era el más débil y tonto de todos.
Había llegado allí, huyendo de su realidad, de la cual, de hecho, le habían dado una patada fuera todas las personas que amaba ...
Aquella mujer, de escultural y robusta figura, le atraía a las más profundas dudas y cuestiones, (el simple hecho de su existencia) y sólo la había acompañado hacía unas horas antes, la había regresado de la muerte y la había hecho suya físicamente en el mayor acto de unión palpable.
Shelle tomó su bolso en mano y lo miró, por fin, decidida:
-Vámonos.
-¿Para dónde? -Respondió atónito Leandro, de todos modos no podía negarse. Resultaba imantada su debilidad a proteger a esa chica ... que no sabía el valor que tenía la vida y él quería mostrárselo.
Le dio su mano, justo como ella le pedía y se dejó arrastrar por las desgastadas y coloniales escaleras de aquel motel hasta el centro de la ciudad. Shelle saludaba a todos los conocidos, era una chica bastante extrovertida, pero lo curioso es todo lo que había sucedido la noche anterior, las vendas de sus manos por la magnífica puerta de salida que encontró para sus problemas -nótese el sarcasmo- y aún así lograba llevar una sonrisa amplia y una emoción al sarandear sus palmas de un lado a otro para saludar, cuando se suponía que su mundo estaba en el suelo.
Sin embargo, él se veía alucinando, como si nunca hubiese estado allí, y Shelle percibió de inmediato la ansiedad que llevaba a cuestas:
-¿Qué pasa? ¿Nunca antes habías estado aquí?
-¿A dónde vamos?
Suspiró resignada, parecía mentira que todos los que se tropezaba eran iguales, esquivando preguntas, como si su simple voz nunca mereciera ser escuchada.
-A buscar a mi hermana -Respondió ella, sumisa, como siempre.
- Lo siento, no ... nunca antes había venido aquí. Salí de mi ciudad ayer en un ómnibus cuya dirección final ignoraba y dormí hasta llegar a ese motel en el que te encontré buscando una habitación vacía para descansar.
- ¿Y exactamente qué vienes buscando aquí? -Preguntó ella aún sin entender la situación del chico y el porqué de su "lo siento" , que lo recordó después.
- No lo sé, supongo que lo que encuentre es lo que busco, escapar un rato de mi realidad. Imagino que ... Como tú.
Inconscientemente ella le apretó la mano mostrando de forma relevante que estaba ahí, con él. Esa tarde. Al menos.
Sólo ... apuraron el paso ante la multitudinaria población, hasta pararse justo frente a una casa grande con puertas antiguas cuya aldaba no fue necesario tocar, Shelle llevaba llaves.

Ni Príncipe Ni PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora