VIII Despedida

51 3 5
                                    

------6 de Septiembre 2012------

Estoy cansada, somnolienta y siento algo de frío. Me levanto de la cama con la intención de buscar otra manta para cubrirme, pero mi cabeza comienza a dar vueltas casi en una alucinación. Estoy asustada, algo no anda bien.

"Robin, relájate" pienso. Me siento en la cama para ajustar mis ojos a la oscuridad de la que, supongo, es la madrugada. Respiro profundamente. Toso. No una ni dos, sino que lo hago al menos tres veces. Mi garganta duele un poco. ¡Demonios! Creo que estoy enferma.


- ¡Robin, ¿estás aquí?! -una voz lejana me despierta. Entre abro los ojos con desgano y puedo ver que unos pocos rayos del sol se cuelan por mi ventana.

- Estoy aquí -murmuro mientras me acomodo bajo las mantas de la cama. Aún tengo algo de frío en los pies, pero hay algo en la posición fetal que adopto que me da cierto control.

- ¿Robin? -escucho preguntar a Derek al otro lado de la puerta. Quiero decirle que pase, pero mi voz no tiene ninguna intención de elevar el volumen, y solo soy capaz de susurrar. Lo escucho tocar la puerta una, dos, y tres veces, hasta que lo escucho entrar en mi habitación-. ¿Robin? -esta vez susurra con cierto tono de preocupación que no sabría cómo interpretar. Definitivamente, algo ocurre.

- ¿Qué pasa? -logro preguntar en el mismo tono antes de comenzar a toser de forma descontrolada. ¡Demonios, mi cuerpo duele como nunca!

- ¿Estás bien? -siento cómo se sienta en la cama y cómo puedo me volteo en su dirección.

- Solo estoy cansada -miento con un volumen de voz tan bajo, que me sorprendería que pudiera oírlo. No quiero que se preocupe más de la cuenta.

- Robin -busca mi rostro bajo mi cabellera castaña y solo cuando lo encuentra, continúa-, estás sudando...

-  ¿Puedes quitar tus manos frías de mi rostro, por favor? -pido intentando esconder el rostro nuevamente, pero Derek lo impide. No soy consciente de mi estado, hasta que siento sus manos palpar mi rostro suavemente, específicamente en mi frente.

- Estás ardiendo... -lo escucho murmurar al tiempo que se coloca rápidamente de pie.

- No exageres -intento decirle pero me detiene.

- Ya vuelvo.


- ¡Lo sabía! -exclama Derek una vez me quita, lo que supongo es, un termómetro de bajo de mi brazo.- Tienes fiebre -sentencia. Es imposible, ¿por qué tendría yo fiebre? Decido que es tiempo de reunir mis fuerzas y abro los ojos con resignación-. Voy examinarte.

- ¡No! -exclamo en silencio- Ya viste la temperatura, solo déjame dormir, ¿quieres? -otra vez vuelvo a toser y él me destapa con cuidado.

- No era una pregunta -su voz es firme-. Vamos, sé que no tienes deseos de que te moleste, pero prometo que serán unos minutos -toma asiento nuevamente en la cama.

- Bien -murmuro mientras me incorporo con lentitud y uno que otro quejido. ¡Cada fibra de mi cuerpo duele! Es definitivo, voy a morir.

- ¡Genial! -aplaude una vez quedamos frente a frente- Abre la boca y di...

- ¡Ah! -decimos al mismo tiempo. Derek apunta con una linterna el interior de mi boca e introduce una paleta de helado que me causa una pequeña molestia.

- Tienes la garganta inflamada... -acomoda sus anteojos- ¿Puedes toser nuevamente? -pregunta al tiempo que acomoda las olivas del fonendoscopio en sus oídos y la campana de este en mi pecho.

- ¡Mierda! -doy un salto al entrar momento que mi piel entra en contacto con el metal.

- Lo siento -comenta concentrado en el sonido de mi pecho, pero es tarde, ya lo he fulminado con la mirada.

DerekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora