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Ella con su tacón de aguja golpea el pie del sujeto, se da la vuelta y le da una patada en sus miserias.

Yo agarrón las bolas de mi atacante y se las aprieto con fuerza, este se queja por el dolor, me doy la vuelta y le doy un puñetazo en toda su fea cara. Ambos hombres se quejan del dolor y salimos corriendo de ese callejón.

Pero me distraigo y me fijo que mi amiga ya no viene de tras de mí.

¿A dónde demonios se ha ido?

Todos saben que es la mujer en turno de, Ricky, por eso nadie la molesta y a mí nadie me molesta por que saben que no ando con nimiedades.

Todos nos respetan en el barrio. Pero ahora es cuando me planteo si vale la pena quedarme aquí.

Corro hasta el parque, me quedo en la zona más alumbrada y mi espalda choca con alguien al caminar hacia atrás.

Me doy la vuelta y es el hombre trajeado con el pañuelo.

Respiro agitadamente y sigo alejándome del lugar.

¿Porque tengo quien verlo cuando estoy corriendo por mi vida?

Por alguna razón recuerdo al hombre del pañuelo, cuando me ayudo en la cafetería, ya ha pasado una semana y sigue llegando al lugar.

Estoy en una fiesta del barrio, bailando y pasándola bien con algunas cervezas.

Hablo con unos conocidos del barrio cuando siento una nalgada en mi trasero, me doy la vuelta para ver al imbécil que quiere tener unos cuantos dedos rotos hoy.

El sujetó, es de unos veinticuatro años, con una pinta terrible, cabello despeinado, pantalón a medio caer sin cinturón, tiene un arete en la oreja derecha y un tatuaje de calavera en el hombro izquierdo.

—Será mejor que mantengas tus manos lejos de mí a menos que quieras algunos dedos rotos — digo seriamente y mirando con furia al cretino.

—Las mujeres que están aquí bien saben a lo que vienen, a coger y drogarse y tu trasero lo quiero entre mi piernas — el mira mi cuerpo libidinosamente, es cierto que muchas de esas mujeres solo vienen por eso y les vale con quien tienen sexo.

—En éste barrio uno se gana el respetó y en lo que a mi concierne tu prospecto de "hombre" — hago comillas con mis dedos para enfatizar — no me provocas nada, bueno si algo — hago como que estoy pensando poniendo uno de mis dedos en mi mentón — pena.

Miro al sujeto con suficiencia, los que están a nuestro al rededor, hacer en el típico comentario cuando una mujer ataca el orgullo de un hombre.

Dejo mi cerveza en la mesa que está en la cocina y con una flamante sonrisa camino hacia la salida, pero antes de ponga un pie en la escalera, soy empujada ruedo sobre los escalones y aterrizo en el pasto del jardín.

Tengo un ligero dolor en el hombro, pues aun no sana por completo de la bala de hace una semana.

Los que presenciaron mi caída se ríen pero algunos solo miran al sujetó que está observándome desde la entrada.

Me levantó un poco mareada, escuchó como alguien grita "esa chica te hará pedazos"

De un salto está en el pasto y camina hasta mi dándome un puñetazo en la cara, caigo muevan al pasto y ciento sangre en mi labio.

—Eres una puta más, no eres nadie, el respeto no me importa, eres una zorra más, otra que solo sirve pa....

Y se le acaba el discurso cuando le devuelvo el golpe en la cara, otro en el estómago y al doblarse un poco por la falta de aire sujeto su cabeza y le doy un rodillazo.

Cae al césped, miro al pedazo de gente que tengo ante mis pies, limpio con mi muñeca la sangre que sale de mi labio.

—A mí no me hables de esa manera, me respetas, el que venga a las fiestas no me hace una más del montón, ten por seguro que hay mejores que tú — el abucheó de los presentes no se hacen esperar, pues se lo he dicho en voz alta — será mejor que cuides también lo que tienes entre las piernas, podrías perder lo — antes de irme aplasto una de sus manos con mi preciosas botas.

Camino hacia el parque necesito despejarme un rato, el labio me duele, de seguro tendré un moretón, pero tipos así hay en este barrio. Pongo mis manos en ambos bolsillos de mi chaqueta de cuero negra. Hasta que veo como, Ricky, le pega a mi amiga, la veo caer al pavimento y él le grita varias cosas, corro hacia ella.

En cuanto me ven los hombres me impiden el paso, son cuatro, forcejeo para que me dejen pasar, pero son tres de los tipos más grandes que, Ricky, tiene, en un rápido movimiento tomo la pistola de uno de ellos y le disparo a cada uno en el pie.

— ¡Imbécil! — grito, miro a mi amiga y veo que está conteniendo sus ganas de llorar —Roxanna, ven acá — ella lo hace pero después se escucha un disparó.

Mi amiga le dispara en las pelotas a, Ricky, la miro asombrada, el imbécil, cae al suelo, gimiendo de dolor.

— ¡Hijo de puta! Jamás vuelvas a pegarme otra vez — grita — todo el tiempo que he estado contigo he fingido, no sabes moverlo bien, otros si me hacen gritar, con otros si tengo orgasmos.

¡Coño!

¡Roxanna le disparó dos veces en los huevos de Ricky!

Eso estuvo impresionante, alterno mi mirada entre los dos.

Ella limpia el arma con su blusa para que no queden sus huellas en ella, yo hago lo mismo y la dejo lejos de su alcance, pero en su estado dudo mucho que pueda moverse.

Volvemos en silencio hacia el departamento y lo primero que hago es descorchar una cerveza. Paso mi mano por el cabello, mi corazón late con rapidez, tengo sudor en la frente y me tiembla un poco la mano.

— ¡Coño! ¡Qué noche tan movida! — tomo un trago largo de mi cerveza y me siento en una de las dos sillas que tenemos.

Entonces caigo en la cuenta de lo que acaba de pasar.

— ¡Roxanna, tenemos que irnos! ¡Ricky nos va a matar!

Grito, dejo la cerveza en la mesa y preparo mi maleta, meto toda mi ropa en una mochila grande, empacó todo lo necesario. Quito cuatro ladrillos de la pared y sacó todo el dinero que he ahorrado.

Entonces en mi cama aparece una gran maleta negra con muchos fajos de dólares.

—Son exactamente dos millones de dólares, se los robe al idiota de, Ricky, larguemos de aquí.

Solo obedezco lo que dice mi amiga, salimos por la ventana y bajamos la escalera de incendios, subimos a mi auto y nos largamos de aquí.

Pronto unos autos nos persiguen, manejo a toda la velocidad que puedo, nos disparan rompiendo una de las luces traseras, después la otra, las balas suenas en la defensa trasera, hasta que uno de los autos que nos persiguen choca con un edificio.

Conduzco hasta el puente que seguramente está elevado ahora, miro a mi amiga y como respuesta se agarra bien, presiono el acelerador a fondo y saltamos.

Al aterrizar, me cuesta trabajo estabilizar el auto pero lo consigo.

¡Maldición! Eso es lo más loco que he hecho.

Loca, estoy loca, mi corazón late con rapidez, el cuerpo me tiembla como una maldita gelatina.

Mi amiga sujeta mi mano derecha que está blanca por agarrar con fuerza el volante.

Cierro los ojos y recuesto mi cabeza en el respaldo del asiento.

Sonrío, una nueva vida ahora.

El hombre del pañueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora