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¿Cómo estará Roxanna?

¿Estará bien?

Entonces recuerdo lo que dijo el imbécil ese.

¿Narcotráfico?

He tenido peleas, he tenido que romper algunos huesos pero, nunca he hecho eso.

¿Cuánto tiempo estaré aquí?

Estoy segura que esa droga la puso, Ricky, pero ¿En qué momento? No lo sé.

La única que lo manejaba era, Roxanna, yo no, porque la cafetería estaba solo a unas cuadras, para que conducir si puedes caminar.

Cierro los ojos, imagino que estoy patinando en el parque, la brisa del viento acariciar mi rostro, moviendo mi cabello.

Entonces me doy la vuelta, al escuchar como alguien abre la celda, para mi sorpresa es, Ian, tiene todo menos el saco, he de reconocer que es guapo, fuerte, no tiene el típico cuerpo musculoso, pero se ve bien el imbécil esté, trae un café en las manos, entra en la celda y camina hasta quedar frente a mí, me siento enana estando sentada, así que me levantó y lo miro.

—Ten — me tiende el vaso y levanto una ceja — es café, toma lo.

—Eres un mandón y un prepotente — contesto y me doy la vuelta, rasco mi cuello con una de las manos, me duelen por las esposas pero no me quejaré.

—Si lo soy o no eso a ti no te importa — es un grosero, refunfuño bajito para que no me escuche — perdón creí escuchar que dijiste algo.

Me doy la vuelta furiosa y me acerco a él hasta quedar separados solamente por el café que tiene en su mano.

—Dije que eres déspota, un grosero, porque desde la noche que me dislocaste el hombro te encuentro en todos lados, porque tuviste la caridad de ayudarme cuando una bala impacto en mi brazo, sabes quisiera tener las manos libres para darte tu merecido pero sería un desper.....

Un gran estruendo hace que la tierra se mueva que el vaso con café cae, el me sujeta de la cintura, trato de no caerme pero un segundo estruendo hace que perdamos el equilibrio y pronto estamos en el suelo como aquella noche en el parque, pero esa vez bien, yo arriba de él, he de decir que tiene buenos músculos y buen paquete al parecer debajo del bóxer, claro, si es que lo usa.

Los gritos de los policías y el de las pistolas se escuchan, quiero hablar, pero el tapa mi boca con su mano, entiendo lo que me dice con su miraba y asiento con la cabeza.

Saca su arma y me muevo hacia un lado para ya no estar sobre él, nos levantamos y nos acercamos hasta la pared, señalo mis manos para que me libere y poder ayudar, pero el muy cabrón me ignora.

Caminamos por el pasillo poco a poco los ruidos se hacen más fuertes, al ir por una esquina un sujeto que reconozco al instante empieza a pelear con, Ian, sin darse cuenta me empujan y me quedo del otro lado de la pared, mirando cómo se dan de golpes, a uno de ellos se le cae la pistola, entonces, el calavera, tiene contra la pared al policía tomo la pistola y la apunto atrás de su cabeza

—Suelta lo, imbécil, no querrás que una chica acabe contigo y seas la burla de todo el barrió — deja de moverse en cuanto siente la pistola, sonrió, ya le di su merecido hace unas horas en un jardín — ¿Cómo está tu nariz?

— Puta — miro al policía que va a pegarle pero le digo que no con la cabeza.

—Respuesta incorrecta abre las piernas y date la vuelta — lo hace y la pistola queda en su frente pues no me he movido — no soy la puta de nadie, sabes que, no mereces tener pelotas — en rápido movimiento pongo el arma en sus miserias, se tensa — discúlpate o pierde los — sonrió.

El hombre del pañueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora