Zwei

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Comencé a maldecirme, solo unas pocas palabras y ya me tenía temblando como chica de secundaria enamorada. Estaba comenzando a formularme ciertos razonamientos algo extraños sobre la influencia que él tenía sobre mí. No podía ser normal que perdiera la razón y cualquier tipo de pensamiento coherente cuando lo tenía tan cerca. Pero realmente lo que más comenzaba a molestarme era que parecía que lo sabía, era plenamente consciente de lo que causaba en mí y eso me molestaba aún más.

Chanyeol se había parado y ahora se paseaba por toda la sala, retomando la labor de reconocimiento por todo el apartamento, hasta que llegó al escritorio revuelto de papeles. Tomó una de las hojas en sus manos y reviso el contenido.

Lentamente, me acerqué mientras fijaba la vista en la amplia espalda, él aún no notaba mi presencia, por lo que seguía mirando la hoja en su mano detenidamente. Era la primera vez que lo tenía tan cerca, en el tiempo que llevábamos conociéndonos jamás había sentido la necesidad de tocarlo como lo sentía en ese instante.

Mi mirada se centró en la nuca donde los mechones rubios descansaban, después en los contornos suaves que se dibujaban en sus brazos descubiertos. Levanté la mano acariciando superficialmente la nuca expuesta, en respuesta Chanyeol movió la cabeza profundizando la caricia. El pelo rubio se escurrió entre mis dedos, se sentía sedoso al tacto  y resplandecía bajo la luz de la habitación. Un olor fresco inundó mis pulmones, me hizo pensar en mar,  bosque, selva...

Un hambre salvaje me invadió recorriendo cada rincón de mi cuerpo, era la primera vez que me había detenido a oler a un hombre y no sé si era porque era él, pero me encantaba. Tal vez retar a Chanyeol era lo mejor que me había podido suceder en la vida.

Acerque mi cuerpo al suyo, Chanyeol era mucho más alto que yo, debido a esto mi rostro quedó frente a su espalda. Hundí mi nariz en ella embriagándome de ese olor que acababa de descubrir y que me tenía fascinado, «será que todo en él es perfecto». Recorrí con la nariz la espalda haciendo pequeños círculos, drogándome con el aroma, llenado los pulmones y el placer recorriendo cada una de las terminaciones nerviosas de mi cuerpo. 

Una calidez conocida sobrecogió mi cuerpo, detuve los movimientos circulares y sujetándolo por las trabillas del pantalón lo pegué  a mí. El cuerpo duro y grande chocó contra mí cubriendo totalmente la vista. Liberando una de las manos comencé a acariciar su costado y poco a poco fui rodeándolo con mi brazo hasta hacer un agarre seguro sobre el abdomen posesivamente. Volví a presionarlo contra mí mientras mis labios humedecieron la tela sobre la espalda.

—Hm...— Chanyeol jadeó en el instante que sintió el contacto, movió la cabeza hacia la izquierda mirándome sobre el hombro con una invitación a seguir la caricia. 

Invitación que no iba a rechazar cuando ante mí se mostraba la piel de su cuello blanca y perfecta; la tentación de marcar esa piel nívea llegó a mi cabeza placenteramente. Recorrió mi cuerpo y fue a bajar hasta mi entrepierna como recordatorio de lo que su cercanía estaba provocando. Embestí intentando calmar la frustración mientras hundía la nariz en la curvatura del centro de su espalda. 

—Bésame— escuché decir a Chanyeol.

Al escuchar su voz perdida por la lujuria, añorante y tan expectante como yo, estuve seguro de lo que estaba haciendo. Tal vez había comenzado como un simple juego, él no estaba seguro de lo que quería cuando prácticamente invitó a Chanyeol a tener sexo en su apartamento. 

El comentario sobre su apariencia pasiva fue el detonante, para que le hirviera la sangre y sin pensarlo mucho retara a Chanyeol a que comprobara que tan buen activo él podía llegar a ser. Había sido un reto un poco loco, más una burla que una amenaza, pero Chanyeol lo aceptó y ahora estaba seguro de que lo quería gimiendo y muriendo de placer bajo mi cuerpo.

Solté la trabilla que fijaba su cuerpo al mío y apoyándome en la mano que lo rodeaba,  logré dejarlo frente a mí. Me separé un poco para poder observarlo mejor, aún tenía la hoja en la mano, se la quité y las tiré sobre el escritorio.

Chanyeol me miraba con los ojos entrecerrados y respirando profundo, tenía el pelo alborotado gracias a la caricia. Intenté arreglarlo, lleve mi mano hacia el flequillo que obstinadamente no quería volver a donde le correspondía. 

Después de ganar la batalla, bajé la mano acariciando con el dedo índice, delineando sus cejas y deteniéndolo en cada detalle de su rostro.  Mientras tanto, con los ojos cerrados, Chanyeol disfrutaba de la caricia ofrecida. Seguí delineando su nariz, recorrí la línea de la mandíbula, subí por el mentón hasta llegar a sus labios «me encantaba».

Sus labios eran lo más fascinante que había observado en la vida, eran suaves y aterciopelados, tan tentadores como el primer día que detalle en ellos desde entonces deje de ver a Chanyeol como un simple amigo. Tan tentadores que me fue imposible no tocarlos, no sentirlos, no desearlos y ahora estaban ahí a mi merced; recorriéndolos y disfrutando del movimiento de mi dedo sobre ellos. 

Seguí acariciando sus labios mientras subí la mirada a sus ojos, Chanyeol los tenía abiertos llenos de lujuria y placer, aunque había algo más. El brillo en la pupila me hacía pensar que detrás había algo más duradero, ¿Amor?, tal vez era solamente el más profundo de mis deseos o algo más sencillo como: ¿Dudas? ¿Preguntas?. Eso realmente no importaba, yo tenía una dosis elevada de esas dos, desde el instante que lo conocí y ninguna hasta ahora tenía respuesta.

Escondiendo en lo más profundo de mi cabeza los pensamientos anteriores, tome su rostro en mis manos y acerqué mis labios a los suyos. Chanyeol se movió a mi encuentro, pero yo lo frené dejándolos en un breve roce superficial y sobre ellos comencé a hablar hasta que la voz se convirtió en un susurro.

—Tus labios van a ser mi perdición.—Chanyeol intentó contestar, pero no se lo permití, no quería una respuesta, al menos no una que interrumpiera la calidez de sus labios sobre los míos.


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