Día 2: la importancia de saber caer

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Estoy de nuevo aquí. Nunca he dejado de estarlo. Mientras caía he sido yo. Mientras tuve miedo. Mientras me mordí los labios para no llorar. Mientras me hice fuerte casi sin querer. Hoy recuerdo aquella frase de Dicker sobre la importancia de saber caer.

"Harry, si tuviera que quedarme con una sola de todas suslecciones, ¿cuál sería?
-Le devuelvo la pregunta.
-Para mí sería la importancia de saber caer.
-Estoy completamente de acuerdo con usted. La vida es una larga caída, Marcus.Lo más importante es saber caer."

Ayer sentía como una fuerza sobrenatural me impulsaba a renacer. A escribir largo y tendido sobre lo que me hizo daño. El amor propio no es fruto de la casualidad. La relación de amor hacia uno mismo se crea poco a poco. Uno puede enamorarse de su propio ser. Es más, uno debería enamorarse de su propio ser.

Entiendo que te asuste estar contigo solamente, como si tú solo no fueras suficiente. Como si necesitaras de otro humano roto. Como si pudieras tapar tus inseguridades con las de otra persona. Te entiendo porque yo también me extrañé cuando pedían mesa para uno. O cuando había alguien en el cine sin más compañía que su mente y sus sueños. ¿Y sabes qué?

Deberíamos desprendernos del miedo. Deberíamos de aprender a querernos. Yendo a exposiciones, dando paseos, frecuentando las cafeterías que nos gustan y en las que podemos leer sin el murmullo intermitente de gente innecesaria. En estos meses he aprendido mucho del amor. Del amor a mí, conmigo. El amor difuso, pequeñito, el amor que crece y a ratos no se ve.

Algunos días me he avergonzado de mi voz o he tapado mis piernas. O he callado lo que sentía por miedo. Por miedo a no ser suficiente. Suficientemente delgada. Suficientes curvas. Suficiente sabiduría. Suficiente inocencia. Ahora sé que no soy suficiente, que soy la que debo ser cuando confío en mis ideas. Cuando no temo los sentimientos que producen mis palabras. Si no me aceptan, no será mi culpa. La gente que me aceptará, será la que merezca mi tiempo.

Soy un ser completo. Llevo veinte años de mi vida formando mi cerebro. Leyendo libros maravillosos, visitando los museos de media Europa, cantando mal y feliz bajo la ducha, conversando con papá, discutiendo con amigos, aprendiendo de profesores, cayendo en el amor, reestructurando mi corazón roto. Llevo veinte años para ser la persona que soy actualmente.

Sé que el proceso no ha sido fácil y que esto es solo el principio. Y que vendrán noches mejores. Y que me darán besos en la frente antes de dormir. Pero ese no es el motivo por el que me levanto cada mañana a las 7:45. No te confundas. Me levanto por mí, porque no me queda otras. Porque aunque a veces se me note la falta de estima, aunque a veces no te mire con toda la seguridad que debería, aunque a veces sea me convierta en una persona pequeñita; me quiero más que nunca. Y el hecho de quererme es el fruto de una decisión.

De una decisión necesaria. No me queda otra boca a la que acudir el viernes a las 3 am. No me quedan otras manos de la que colgarme cuando necesite ayuda. No voy a pretender que alguien puede venir a rescatarme. Mis uñas mal pintadas de lila son las mismas uñas que van a sacarme del hoyo en el que caí. O en el que me metí. Que más da. Nadie es perfecto, Permitámonos el lujo de fallar para aprender. Ayer me dolió el golpe. Hoy agradezco la caída. Mis manos escriben más rápido que ayer. Mi mirada es la de un recién nacido. Y mis pies están aprendiendo a bailar de nuevo en la oscuridad de mi cuarto. Nadie me observa. Solo yo aprendiendo. Solo yo siendo más fuerte, y más dulce, y más tierna y más auténtica. Y a decir verdad no sabía que deciros porque todo está dicho. Y esto no va de vosotros, esto va de mí. Y de lo mucho que he progresado en 24 horas. Y de todas las células nuevas que ahora forman parte de mi piel. Porque este es momento. Esta es la señal que estabas esperando para volver a la vida.

RenacerWhere stories live. Discover now