Capítulo 3

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NA. Me regresé un poco en la historia para ver qué fue lo que hizo Sokka en el tiempo que estuvieron separados luego de su charla y cuál fue la razón para volver a la Nación del Fuego, ya después sigue normalmente la continuidad luego de repetir la última escena del capítulo anterior desde la perspectiva de Sokka. 

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Se miró de nuevo al espejo y su frente volvió a fruncirse, lanzó otra breve maldición que murió en la soledad de aquel pequeño baño donde el goteo de la llave era lo único que rebotaba alrededor, poniéndolo más tenso de lo que ya se sentía sencillamente con esa premisa. Desvió la mirada al suelo, como si ignorando aquello terminaría por desaparecer, por no existir, pero al levantar la vista al cristal frente a él volvió a contemplar aquello sobre su cuello, tan claro y tan remarcado que lo exaltó una vez más, haciéndolo golpear la pared suavemente ante la impotencia, nervios y miedo que agobiaron su mente.

— Estúpido Zuko, le dije que no dejara marcas — acarició de nuevo aquel trazo de piel amoratado en tres diferentes puntos y deseó con toda su fuerza que Katara lo curara, pero, ¿cómo hacerlo? ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo explicar que eso había llegado ahí cuando todos sabían de sobra que había estado en la Nación del Fuego?, Suspiró, derrotado, deseando que aquello se desvaneciera de su cuerpo por sí solo, que desapareciera también de su cabeza, porque estaba por volverse loco.

Soltando un bufido impaciente se colocó la gruesa y pesada chamarra azul que llevaba consigo desde la tribu agua, odiando el hecho de que estuviera en el reino tierra exactamente en una región donde hacía demasiado calor. Tras abrochar el último botón de su atuendo caluroso se contempló ligeramente satisfecho cuando las marcas quedaban perfectamente ocultas detrás de la tela esponjosa de su gorro, subiendo aún más la vestimenta para asegurarse de que no hubiera fallas.

Salió tras un suspiro hondo y haber llenado su cuerpo de valor, dejando ver su presencia en una reducida sala donde Katara, Aang y Suki aguardaban charlando un par de cosas que él no prestó atención, solo anduvo demasiado tieso y nervioso hasta poder reunirse con ellos, quienes giraron en su dirección emocionados y alegres de tenerlo de vuelta en Yu Dao, donde seguían ayudando a las colonias re establecidas luego del incidente del Movimiento de la Restauración de la Armonía.

— ¡Sokka! ¡Qué alegría! — Suki fue la primera en saltar a él, rodeándolo posesiva y plantando más de un beso sobre sus labios que él apenas correspondido, seguía demasiado nervioso por todo lo acontecido con Zuko, más aún por tener sobre de sí la premisa que cernía en su cuello al poder ser descubierto. — ¿Cómo te fue en la Nación del Fuego? ¿Por qué saliste tan a prisa? ¿Todo está bien con Zuko? — asintió a aquello, recordando brevemente que había recibido el llamado del Señor del Fuego por una "emergencia" y había partido sin decir nada, por todo lo que había pasado, era un detalle que prácticamente había olvidado.

— Sí, todo está perfecto con él... — respondió en un susurro y al instante carraspeó, sintiendo un dolor en la boca del estómago al decir aquello, al mal pensar sus propias palabras y traer a su mente su pasada conversación, su manera estúpida de haberle confesado que creía que era perfecto. —Todo está tranquilo en la Nación del Fuego... sí— trató de corregirse a sí mismo, pero de nuevo sus palabras quedaron fuera de lugar.

— Deberíamos ir a ver a Zuko todos juntos, Sokka pasó un tiempo allá y jugaron muchos juegos, ¿No es así? — habló Katara, animada, parafraseando las cosas que su hermano le había contado brevemente luego de que volviera la primera vez que había llegado al castillo del Señor del Fuego luego de "retarlo" a un sin fin de bobos desafíos. Dónde todo ese embrollo había comenzado.

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