𝙲𝙰𝙿𝙸́𝚃𝚄𝙻𝙾 𝙳𝙾𝚂

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Sus pisadas eran pesadas, había estado todo el viaje de vuelta bastante enojada y en shock, ni siquiera se había despedido de Sun Hee, la cual seguia preocupada de su estado

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Sus pisadas eran pesadas, había estado todo el viaje de vuelta bastante enojada y en shock, ni siquiera se había despedido de Sun Hee, la cual seguia preocupada de su estado.

Entró a su casa, empujando fuertemente la puerta. Sus padres se encontraban durmiendo plácidamente, hasta que Joo Gi comenzó a gritar.

—¡Exigo que me cambien de instituto ahora ya! —dijo la castaña, mirando a sus padres dormidos en el sofá—, no quiero seguir ahí.

Ambos se sobresaltaron, acomodándose en el sofá. La señora y el señor Kang estaban bastantes confundidos, pues Joo Gi siempre se había visto bastante feliz en ese instituto.

—¿Princesa? —su padre, recién despertado por los gritos chillones de su hija, la miró—, ¿qué pasa?

La pálida hizo un puchero, sentándose en medio de sus padres, los cuales comenzaron a acariciar su cabellos para calmarla.

—¡Quiero irme de ahí! —empezó a chillar y patalear como niña pequeña—. Ya no quiero estar ahí.

Los padres se miraron confundidos, intentado entender el porqué de la actitud de Joo Gi. se veia molesta, fastidiada y triste. Normalmente Joo Gi no pedía cosas porque sí, y tampoco lo hacía de la nada.

—Pero cuéntanos qué pasó —dijo su madre, preocupada por el comportamiento de su hija.

La castaña abrió sus ojos, no, no podía dejar que sus padres se cambiaran de ciudad nuevamente, incluso de trabajo, todo porque JeonGguk están en su mismo instituto.

Además, Joo Gi no quería estar tan lejos de JeonGguk, sus padres harían lo posible para que no volvieran a verse nunca más en sus vidas.

—Luego les diré... ¿Pueden sacarme de ahí? —dijo suplicante.

El señor Kang suspiró, mirando a su esposa, la cual tenía una expresión preocupada y cnasada.

—Cariño..., tu madre y yo firmamos un contrato con el instituto. No podemos sacarte de ahí hasta que termines tus estudios. En dos años más ya serás mayor de edad —sonrió, orgulloso.

Bufó, eso no le servía de nada. Tomó su mochila, levantándose bruscamente del sofá para poder dirigirse a su habitación. Debía relajarse, por lo que se daría una ducha con agua caliente, así relajaría todos sus músculos.

Sí, eso sonaba una muy buena idea.

Se quitó la ropa y se metió en la tina con agua caliente. Relajándose y perdiéndose en su baño tan relajante, sin apuro alguno.

Todo iba tan bien, hasta que empezó a recordar cosas que se suponía que quería olvidar.

Te quiero, Gigi —sonrió y besó la frente de ésta.

𝑬́𝑳 𝑬𝑺 𝑼𝑵 𝑪𝑯𝑰𝑪𝑶 𝑴𝑨𝑳𝑶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora