𝙲𝙰𝙿𝙸́𝚃𝚄𝙻𝙾 𝚂𝙴𝙸𝚂

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Después de bañarse, Joo Gi se puso una bata hasta que estuviera completamente seca

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Después de bañarse, Joo Gi se puso una bata hasta que estuviera completamente seca. Sun se quedó todo el bendito rato esperando, incluso ayudando a las estilistas. Y Joo Gi no supo qué había hecho para merecer a una mejor amiga como ella.

El trayecto fue largo, la maquillaron tal y como Joo Gi les había pedido, la peinaron exactamente igual que la foto, le plancharon el vestido, le pusieron los aretes, las pulseras, el anillo y el collar. Le hidrataron al cara antes de ponerme maquillaje, ¡fue genial! La trataron como si fuera una cliente especial.

Se encontraba bastante tranquila. Miró la hora, todavía tenía tiempo de sobra. Le empezaron a dar masajes en los hombros y en el cuellos. Le lustraron los zapatos. La había dejado completamente hermosa.

Los padres de JeonGguk habían mandado a su conductor personal para que la llevara a la casa Jeon

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Los padres de JeonGguk habían mandado a su conductor personal para que la llevara a la casa Jeon. Y la verdad, Joo Gi lo agradecía, ya que estaba bastante exhausta.

Un a vez el auto llegó, se despidieron de las peluqueras, agradeciéndoles. Aunque Sun se negó, Joo Gi insistió en querer dejarla en su casa. Después mandarían a alguien en busca de su auto.

—Adiós, Sunnie, gracias por acompañarme hoy —comentó Joo Gi, despidiéndose de su mejor amiga. La pelirrosa movió su manos, diciendo que no era nada y deseándole la mejor suerte del mundo.

El auto partió, dirigiéndose a la mansión Jeon. Y no mentía al llamarla mansión, porque la verdad es que sí era bastante grande; ¿qué habían hecho los padres de JeonGguk para ganar tanto dinero?

Decidió no prestarle atención bajar delicadamente para no romper el vestido. Todo podía pasar, y con la suerte que Joo Gi se cargaba la verdad es que no le sorprendería si algo malo le llegaba a pasar esa noche.

Se sintió un poco nerviosa al estar enfrente de la puerta, tal vez JeonGguk la echaría a patadas, y no se negaría ni mucho menos lo regañaría, después de todo, se lo merecía.

Tocó suavemente la puerta, tragando saliva y acomodándose la ropa y el peinado, no quería admitir que había comenzado a sudar del nerviosismo, pero era justo lo que estaba haciendo. Pero, ignorando todos sus pensamientos, debía parecer segura de sí misma.

𝑬́𝑳 𝑬𝑺 𝑼𝑵 𝑪𝑯𝑰𝑪𝑶 𝑴𝑨𝑳𝑶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora