Apolo y Jacinto

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Bajo una luna plateada, la temporada cálida llegaba a su fin en Burgess, un floreciente reino cercano al norte del mar atlántico. Los niños jugaban en el verde césped mientras observaban como la escolta del príncipe se internaba en el bosque, el príncipe y su hermana habían salido del palacio sin supervisión por lo que tuvieron que salir en su búsqueda.

El mencionado era un joven y carismático muchacho de pálida tez y brillantes ojos marrones. Su nombre era Jack, le gustaba divertirse en compañía de su joven hermana Emma, exploraban los bosques de su reino al igual que practicaban la caza, para llevar alimento a sus sirvientes también. Ese día habían madrugado y marchado hacía cierto punto del bosque donde Jack recordó haber visto liebres y algunas codornices, planeaban llevarse algunas al igual que la intención del príncipe era enseñarle algunas tácticas de cacería a su hermana, además de recordarle las reglas de convivencia entre los hombres y la naturaleza.

Las personas le tenían mucho respeto a lo natural, incluyendo a los animales, por eso cuando cazaban debían agradecerles a ellos su sacrificio. El cazar por mera diversión era mal visto por los humanos y por los Señores de la naturaleza, estos últimos representaban cada una de las estaciones del año o aspectos de las mismas.

Jack había preparado un arco y flechas para su hermana, ayudándole a sostener el arma y tomar el impulso necesario, fijando su objetivo en el tronco de un árbol que estaba a pocos metros de ellos.

—Muy bien, sostén firme la flecha, apunta y cuando te sientas lista dispara—le dijo a su hermana, dándole confianza.

Así siguió Emma las instrucciones de su hermano, soltando aquella flecha haciendo un tiro certero. 

—¿Viste eso, Jack? —exclamó más que animada.

—¡Lo vi! ¡Eres asombrosa! —felicitó a su hermana, abrazándola y dándole vueltas por el aire. Continuaron con la diversión, dejando de lado su primera idea de cazar y prefirieron recolectar algunos frutos de la temporada. Jack molestaba a su hermana haciéndole cosquillas con algunas hojas que se habían caído, y esto en lugar de enojarla la hacían reír.

El príncipe, concentrado en todo ese goce no se percató en ese momento que estaba siendo observado por una figura que desprendía un aura poderosa, de cabellera morena y piel ligeramente bronceada, sus ojos esmeraldas seguían los movimientos del mortal. Se escondía entre los arboles junto a su compañero alado, un Furia Nocturna.

La sonrisa de Jack desprendía la más pura inocencia y vitalidad humana, la risa de aquel joven al jugar con su hermana lo mantenían hipnotizado. El espectador deseaba acercarse sin asustarlos, aunque su mera presencia ya era motivo de alarmarse.

Los señores de la naturaleza tenían la costumbre de bajar de sus reinos a convivir con los humanos, y aquella era la primera vez que el Señor del Otoño estaba en las tierras de Burgess. Ya que sus bosques eran extensos tenía mucho trabajo que hacer ahí, se encargaba del cambio de estación. Pegó su palma a la corteza de un árbol cercano, haciendo que todas sus hojas perdieran su verde color y fueran cayendo de poco en poco. Hizo lo mismo con los árboles que estuvieran a su paso, mientras se acercaba despacio hacía el par de hermanos.

Jack estaba de espaldas recogiendo algunas bayas y fue Emma quien se percató primero de su peculiar espectador— Que bonito.

El escuchar esas palabras de la boca de su hermana le llamó la atención, pensando que se trataba de algún animal o ave se volteó para ver lo que había llamado la atención de Emma. No esperando encontrarse con aquel ser tan divino, le sonrió más que pasmado ante su presencia, pero no pudo articular palabra alguna, ya que la escolta los había encontrado y quienes la formaban no tardaron en bajar de sus corceles y hacer una reverencia en honor a su singular visitante.

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