Mi madre entró a mi habitación dándole un fuerte golpe a la puerta.
-Que haces?- dijo gritándome.
-Tengo una vida, madre- le dije sin darle importancia.
-Yo no te traje aquí para que sigas con esos hábitos jovencito- continuó gritando- yo te traje para que vivas una vida mejor, como cualquier otro adolescente.
-Ya deja de gritarme- le dije y mi puño se posó sobre su cara haciéndo que ella callera para atrás.- Mami? Mama?- dije moviéndola, estaba inconsiente.
La ambulancia llegó. Tradamos 20 minutos en llegar hasta el Hospital más cercano.
-Mamá lo siento- le dije agarrándola por las manos.
-La culpa fue mía hijo- dijo, le costaba hablar a través de un aparato que tapaba su nariz y boca.
Al otro día en la escuela me senté con Karen. Estabamos jugueteándo cuando sin darme cuenta una manga de mi blusa se levantó dejándo ver mis diversas cicatrices.
-Que es eso?- dijo ella.
-Nada- dije rápidamente tapándolas nuevamente.
-Tranquilo, puedes contarme, yo también tengo- dijo y también levantó su manga- mira.
Tenía más o menos la misma cantidad que yo, un montón.
-Para mi hacerlo ya es como un juego- le confesé.
-Yo tiro los dados y según el número que me toque es la cantidad de cortes que me haré- me dijo y centró la vista en el profesor.
-Excelente idea- dije e imité su acción.