CAPITULO I

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Dia 4

Esas cosas... siguen fuera.
Esperándonos.
Deambulando por las calles....
Nuestras calles.

Tan solo tengo dieciseis años.

Estoy en medio de una guerra. Pero no cualquier guerra.
No es ninguna otra guerra vista, no hay dos bandos, solo estamos nosotros.

Esta es distinta.

Esta guerra trata de sobrevivir, hasta que llege el día en el que esos dichosos seres acaben con nosotros, o no. Llevamos cuatro días metidos en un búnker.
Es irónico, porque los muertos están ahí arriba, invadiendo nuestro mundo mientras nosotros nos estamos pudriendo aquí a bajo.

Estoy rodeada de gente asustada, herida, traumatizada y gente valiente. Esa gente valiente que ya sabían lo que iba a pasar, aquellos a los que llamabamos locos, ellos me han salvado la vida, y la de mi mejor amigo Ted.
Aún no saben por qué todos esos "seres" (todo el mundo del búnker llama zombie) están aquí. Unos dicen que por la gripe, otros por una mordedura de algún animal infectado... y los valientes, por las vacunas.
Son solo rumores, rumores que se expanden deprisa tan rápido como aparecen más y más de ellos. Ninguno sabemos por que estamos aquí, ninguno sabemos nada.
Estoy asustada y eso es lo único que sé, al igual que toda esta gente.

–No entiendo por qué les llaman zombies, zombie es muerto viviente, y ellos ya estaban vivos cuando fueron infectados.–Dice Ted mientras abre una barrita de cereal.

–Pero ellos ya no están "vivos" no actúan como personas normales...–No me gusta hablar del tema, solo hace que parezca que el problema es más real que no estoy ajena a todo por estar metida en este dichoso búnker. También porque Ted tiene razón, no son muertos vivientes, más bien son infectados o algo así. Nadie sabe, solo son rumores.

Un virus desconocido con origen en China nos sorprendió indefensos. Llevábamos meses aguantando con agua embotellada, ya que estaba completamente prohibido consumir agua de la ciudad. Estaba contaminada, nadie sabía por qué, nadie explicaba nada.
En otras zonas los peces estaban plagados de parásitos muy agresivos, podían provocar la muerte en niños en tan solo unas horas.
Poco después nos trajeron unas vacunas, eran obligatorias, nos protegerían de algo peor anunciaban... días después produjeron estos seres o eso nos explicaron al llegar al búnker.
Los que estábamos vivos, no nos dio tiempo a vacunarnos.
Todos estamos enfermos por las aguas contaminadas. Varias personas han muerto aquí dentro.

Estar a salvo es solo un espejismo.

–Estoy harta de esperar aqui mientras comemos barritas de cereal.–Le digo a Ted que parece quedarse dormido en la esterilla que nos han asignado a cada uno. En total en este búnker quedamos 19 más 6 de los soldados que nos trajeron aquí somos 25.

–Y qué pretendes hacer, ¿salir ahí y hacerte amiga de los zombies?. Oh espera, puedes bailar La Macarena con ellos, oh no mejor, marcate un Thriller a lo Michael Jackson.

Le miro levantando una ceja ¿Como puede bromear así? Solo Ted es capar de llevar y manejar las peores situaciones de esta forma, no me importa, su sentido del humor hace que todo parezca más irreal y me sienta segura. No sé qué haría sin el.
Ted responde dándome la espalda buscando una postura cómoda para dormir.

Tiene razón, como siempre, solo podemos quedarnos aquí dentro y esperar, algún milagro, que sé yo.
Solo tengo en mente el rostro de mi madre empujandome a uno de los Jeep de los soldados, y lo último que me dijo.

"Volveremos a vernos muy pronto"

¿Dónde estarás ahora mamá?

Ojalá que la hayan encontrado más soldados y esté a salvo en otro búnker. En total hay cinco en toda la ciudad, no sabía que existía este tipo de refugios. Vivíamos tan ajenos a este desastre...

Intento buscar una posición cómoda para dormir.

El primer día que llegamos al refugio, nos hicieron entrar en el comedor e intentaron calmarnos, después nos dieron de comer sopa caliente y un pastel de carne que nadie comió ¿como íbamos a alimentarnos con tranquilidad después de ver esa atrocidad?. Más tarde nos llevaron a la sala donde se encuentran todas las literas y nos asignaron a cada uno una cama, en ella había una esterilla de un color azul verdoso–que me recordó al color de las cortinas de mi habitación, una pena que no me hagan sentir como en casa–, un saco de dormir, una toalla, un cepillo de dientes y un pequeño peine.

Estaba bastante impresionada, parecía todo tan programado, parecían tan preparados...

Y a nosotros nos pilló totalmente de sorpresa.

Estabamos volviendo a casa del instituto, mientras hablaba con Ted sobre la última hora de clase: matemáticas. Nos estábamos riendo de el pobre Jake, que se había quedado dormido en clase y el profesor decidió que sería divertido apartar la silla de su enorme trasero (lo sé mi profesor de matemáticas está pirado) y cuando le fue a apartar la silla y, al caer de culo, del susto le empezó a sangrar la nariz.

Cuando entonces vimos a un montón de gente correr en dirección opuesta a nosotros.

Ted y yo nos miramos confusos, hasta que un hombre se paró al ver nuestras caras perplejas y nos gritó que corriéramos por lo que más quisieramos. Yo no pude hacer otra cosa que mirar a mi amigo que se había puesto pálido de repente, tenía la vista clavada en el horizonte, me agarró del hombro y soltó su mochila, asustada, aguanté el impulso de echar a correr y mire hacia donde él estaba mirado.

Y entonces lo vi.

Era una mujer,(o eso parecía) puede que de unos cuarenta y pico años, tirada en el suelo, mirándonos, con la mandíbula extrañamente desencajada; tenía la piel grisácea amarillenta, los ojos ensangrentados eran profundas cuencas oscuras aterradoras, con la cara y la boca recubierta de sangre. Le estaban dando espasmos cuando Ted me dijo que me quitara la mochila y la tirara al suelo, cuando lo hice, ésta mujer se levantó de golpe y empezó a correr hacia nosotros aún dándole espasmos descontroladamente.

Los profundos ronquidos de mi compañero me sacan de la ensoñación y me hacen volver a la realidad. Estoy temblando. Me tapo con el saco de dormir hasta la barbilla y miro al techo de la litera que tengo encima, está vacía.

¿Qué hora será, las dos de la madrugada?

Miro hacia Ted, que se le está callendo la baba. Él es más alto que yo, tiene el pelo rubio y unas cejas gruesas, la nariz con un pequeño ángulo que le favorece y unos labios finos.

–Por favor haz que pare de roncar.–Me dice la mujer que duerme en la litera de arriba de Ted.

La miro y no puedo evitar reirme, cada noche tenemos la misma pelea con los ronquidos de Ted y se ha convertido en nuestra pequeña broma.

–Ptss Ted, ¿estas dormido?.

Él me mira con solo un ojo abierto y como no, cara de perro rabioso.

–No tranquila solo estaba practicando para cuando me muera. ¿qué quieres ahora?.–Hasta recien levantado le sale esa vena sarcástica.

–Estas roncando, otra vez. Te recomiendo que  duermas mordiendo la almohada, sino quieres morir esta noche de verdad.

La mujer se rie y yo no puedo evitar reirme tambien.

-Dejadme dormir en paz-. Dice con un puchero tapándose la cabeza con la almohada y poniéndose boca a bajo.

Parece que así dejará de roncar, o al menos se oirá menos.

–Gracias.–me dice la mujer, a la que aún no me sé su nombre.

La sonrio y me doy la vuelta buscando una posición lo más cómoda posible para dormir (estas esterillas están demasiado duras), y sin quererlo me quedo dormida.

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