Leah

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--¿Que se supone que es esto?-- Fue así como todo comenzó... Mi padre, Dominic Morrison, famoso empresario y magnate multimillonario., heredero de la preciada fortuna Morrison Morello, figura iconica y ejemplo a seguir para muchos... pero no para mi, su hija. Mi nombre es Leah Giselle Morrison, tengo apenas veintidos años de edad y el mundo a mis pies. ¿Alguna vez escucharon que el dinero no compra la felicidad?. Yo puedo confirmarles eso, a mi corta edad estoy repleta de "responsabilidades", como diría el estirado de mi padre. Soy primogenita y la mayór de mis tres hermanas, el ejemplo a seguir, la futura imagen de la compañía, sobre mis hombros cargo la responsabilidad de ser la hija "perfecta", la barbie bien portada, que luce siempre una sonrisa para todos aquellos quien pueden ver la pantalla que soy. ¿Que hay detras? Solo una chica aterrada, que quiere vivir su vida. Una chica la cual quiere reír sin el miedo de desepcionar a aquellos que creen tanto en ella, una chica que quiere bailar hasta quedar descalza en la pista sin temor a el "¿Qué diran?". Quiero ser actriz, quiero ver mi sueño de verme en una obra en broadway o en la pantalla grande, quiero ser lo contrario a lo que mi padre espera de mi... quiero ser libre.

--Eso querido padre es mi entrada al estrellato.-- Se nota a millas que soy una chica muy dura. Algunas personas me han dicho que mi personalidad es un tanto especial. 

--¿Una escuela de arte?-- Me replicó con su típico todo desaprobador, arqueando la ceja y volviendo a tirar el folleto a la mesa. Mi madrastra obserbara, simplemente estaba ahí estatica. ¿Que se puede pedir de una esposa-maniquí?, así es... mi madre es una de esas modelos rusas, altas, delgadas, con cuerpos estilizados, curvilineso, rubia con ojos celestes como el agua cristalina de Las Maldivias.  --No, definitivamente no.-- Era estresante la manera en que sus palabras resonaban en las paredes cada que se negaba a alguna pequeña peticion que no le beneficiara a él y a su pequeña burbuja de perfección. 

--Padre, entraré a la universidad en menos de un año, esto es lo que deseo estudiar y es lo que planeo estudiar, quieras o no, mi desicion está tomada y si quieres hacerme entrar a una universidad de economía y manejo empresarial preparate para hundirte conmigo por que tu pequeña "princesa perfecta" ya se canso de ser perfecta.-- Estaba molesta, ni siquiera me había dado cuenta de que me había levantado de mi asiento de forma tan agresiva. Mis hermanas me miraban con expreción temerosa, era verdad, la chica perfecta se había ido y ellas no conocían esa faceta de mi. --Querida deja de insistir, hasle caso a tu padre-- La voz irritante de mi madrastra se hizo presente para aumentar la tension de la mesa, no habíamos ni terminado de cenar cuando la situación comenzaba a tensarse cada vez mas. --¿Podrías explicarme que tienes que ver tú en todo esto?-- La miré con desinteres. -- ¿Desde cuando alguien que no tuvo las suficientes agallas para perseguir sus sueños puede opinar en una situación como esta?-- La reté, no era cosa nueva teniendo en cuenta el odio que le tenía a aquella mujer que me obligaban a llamarle madre. Creo olvide mencionarlo, mi verdadera madre murió el día que yo nací, y la mujer que ahora es madre de mis tres hermanas es solo una serpiente, una muñeca  que hacía presencia cuando mi padre lo requería o que hacía de juguete sexual cuando mi padre lo necesitase, en pocas palabras tan solo es un pedazo de carne adornando el status de mi padre. --¡Leah Giselle no puedes hablarle así a tu madre!-- Gritó con su voz chirriante, odiaba que me llamase por mi nombre completo y mas que ella se hiciera llamar mi madre. --Tu no eres mi madre, deberías tener en claro eso. Eres solo la usurpadora que tomo el lugar de una gran mujer. No eres ni la sombra de lo que mi madre era y jamás podras llegar a serlo y mucho menos seras mi madre. -- El silencio se hizo presente en la mesa, ella solo podía mirarme molesta, con esos ojos azules llenos de odio, la verdad dolía. Mis hermanas me miraban perplejas y mi padre, mudo, como solo él acostumbraba en situaciones así, se levantó de la mesa, tomando los papeles y se retiró hasta su estudio. --Con permiso.-- Fueron mis ultimas palabras antes de retirarme de la mesa, no quería aguantar las expresiones de enfado de mi madrastra y mucho menos esa forma ruidosa que tenía al comer cuando se mostraba enojada, toda una diva, prefería subír a mi habitación y escuchar algo de Mozart o alguna sonata de Beethoven antes de caer dormida rodeada de mis almohadas de pluma y suave seda.

Como todas las mañanas, desperté muy temprano, pero esta vez mas temprano de lo usual, justamente media hora antes de que mi alarma sonara. Bajé las escaleras para buscar un bocadillo antes de arreglarme y mi sorpresa no fue grata al encontrar a mi padre tomando su café matutino. --Sientate Leah.-- El tono de su voz parecía dulce, algo extraño en él. Encogí mis hombros y obedecí, sentandome en la barra de la cocina. --Sabes... eres identica a tu madre, terca, testaruda y sumamente temperamental...-- Rodé los ojos recostando mi barbilla sobre mi mano, sabía que este tipo de discursos tomaría siglos en terminarse. --Tu madre fue una magnifica persona, con talentos que no muchos pueden tener, una habilidad intelectual y una agilidad al momento de hablar que podría venderle un libro a un ciego... -- Aquí vamos de nuevo... odiaba las charlas acerca de mi madre porque, de una forma u otra, me afectaban y me hacían extrañarla cada vez mas. --Se que...-- Hizo una pausa, ¿Se estaba rindiendo?.-- Se que si tu madre estuviera aquí ella hubiese deseado que sigas tu camino, no el mío...-- ¿Podría ser verdad?...¿Acaso el gran Dominic Morrison estaba bajando la cabeza por una sola vez?. Estaba perpleja, mis ojos se abrieron como platos e hice un esfuerzo sobrehumano para que mi quijada se mantuviera en su lugar. --¿Que me estas queriendo decir?-- Respondí con voz incredula.-- Puedes ir a la escuela de arte, ya estas inscrita...-- Me levanté de mi asiento y corrí hasta él, rodeandolo con mis brazos cual niña de cinco años, lo detestaba por meter a una mujer ajena al santuario de mi madre... pero aún así él seguía siendo mi padre, todo lo que tenía en este mundo, hasta la llegada de él.

Desencantada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora