Advertencia: Si.
Levi Ackerman llevaba varios días cabalgando a lomos de su salvaje caballo sin ningún tipo de descanso, y sus ragos físicos verificaban el demacrado estado en el que se encontraba.
Poseía grandes ojeras de un color índigo que a su vez dibujaban un perfecto semicírculo alrededor de sus rasgados y dolidos ojos oliváceos. En ellos, sus pupilas se encontraban rodeadas de pequeños y diminutos capilares inyectados en sangre que inundaban el blanco de sus fríos ojos que proyectaban una perdida mirada al dudoso y vacío infinito desholador.
El viento le había estado ondeando su oscura melena durante todo el largo trayecto que le guiaba hasta su lejano destino que resultaba ser el Distrito Shiganshina. Para que sus largos cabellos no le molestaran en el camino, cerraba sus legañosos ojos cuando las corrientes aéreas se intensificaban y despegaba sus cansados párpados cuando soplaba una suave brisa.
Todo el tiempo libre que había tenido mientras se dirigía a su destino, lo había empleado en pensar. Él odiaba hacerlo, pero las voces que oía a cada instante no le habían dejado dormir. Para este, era el primer signo que presentaban las personas locas. El segundo era escuchar lo que decían. Y el tercero y definitivo para perder completamente la cordura, era responderles.
Para impedir que eso sucediera, había estado intentando mantener la compostura y permanecer en silencio hasta que llegase al distrito. Quería gritar y matarlos a todos; titanes, humanos, animales... Quería que todo cesara aunque fuese por un sólo y efímero segundo.
En sus fugaces pensamientos siempre se repetía un patrón en forma de una mera pero pregunta sin respuesta; ¿Por qué a mi? Había rememorado todas las tragedias que había sufrido y las había comparado con momentos en los que había sentido puro éxtasis. Pero había llegado a la conclusión en que todas esas personas que le habían proporcionado semejante felicidad, más tarde provocaron el efecto opuesto con sus respectivas y dolorosas muertes.
Sabía perfectamente que estaba maldito, pero seguía desconociendo el motivo de dicha maldición. ¿Habría sido por sus pecados o simplemente por el puro azar que rige sus vidas?
Inmerso en sus oscuras y tenebrosas pesadillas, escuchó un sonido tan agraciado que apenas se dio cuenta de lo que realmente era hasta que su caballo le llevo hasta el lugar exacto. Era el claro de un bosque formado por árboles con hojas de tonos rojizos y anaranjados debido a la época otoñal en la que este se encontraba que más tarde daría paso al frío y gélido invierno.
El sonido provenía de un río que se encontraba bajando una colina algo empinada. Con solo escuchar como el agua fluía, se le empapaba su desértica boca con saliva y apenas se pudo resistir a semejante tentación que había tropezado en su camino por pura mera casualidad.
Se dispuso a bajar de su caballo y justo cuando tocó con la punta de su talón el suelo, cayó de bruces para seguidamente rodar hasta la orilla del un afluente donde el agua estaba más sosegada y por consiguiente, iba más despacio que el río del que originalmente provenía. Pero, el golpe que se dio con una roca, hizo que perdiera el conocimiento y todo se volviera negro.
***
Aquella noche las estrellas brillaban como nunca como nunca antes lo habían hecho. Sin embargo, a pesar de lo hermosas que eran, había un sentimiento de angustía en el cuerpo de Levi. Había trotado con su caballo para alejarse de ellos hasta llegar a un punto en el que apenas se podían divisar en el horizonte. Todo ello lo había hecho para que nadie le viera llorar. Pues, este consideraba que mostrar los sentimientos era una señal de debilidad y no quería que pensaran que lo era porque entonces le echarían del cuerpo de exploración.