CONOCIENDO EL ECLIPSE (1/5)

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Lo conocí el año pasado, el invierno era frío y las ventanas se llenaban de vaho dulce por los cafés y chocolates que tomaban las mujeres y hombre refugiados. Trabajaba en una cafetería y era hora de cerrar, aún habían dos clientes, por eso decidí esperar. Cuando por fin se fueron, el cielo se aclaraba en la penumbra, ya casi era hora.

Caminaba a prisa, es esa tarde desolada, sin ningún alma siquiera. Hoy sería el primer eclipse en todo el año. Trataba de llegar temprano a casa; ya había cerrado la cafetería de Doña Bora. La cafetería no se encontraba en un lugar lindo por cierto, justo di a parar con este trabajo al lado de un bar muy transcurrido, donde se oyen desde peleas y conflictos desde tempranas horas. Si el eclipse iba a ser durante el día, podría correr el riesgo de sufrir un asalto, pero justo se va a dar en el crepúsculo. 

YA ERA HORA, estaba ocurriendo... llegó el eclipse.

Tan pronto como ocurrió, el mundo se detuvo. El silencio rondaba la ciudad y casi era aterrador no oír nada, todo estaba ocurriendo tan lento, sentía que el gran reloj de la ciudad se había detenido. Apresuré la marcha, a pesar de no poder ver nada, las luces de la ciudad aún no se prendían y no llevaba conmigo el móvil o algo con que poder guiarme. Con tantas idas y venidas me había memorizado un poco el camino, sabía que a cinco pasos del teléfono público, había una esquina, la cual me llevaría a la avenida principal, pero al llegar allí, sentí como mi rostro, se estampaba en la espalda de alguien. El impulso me hizo sentar en la cera y frotarme lentamente la nariz.

-¿Te encuentras bien? (Su voz era gruesa, pacífica e incluso melodiosa, me agradaba su voz. Estaba preocupado)

-No te preocupes, fue mi culpa... lo siento...

 Ambos reímos, imaginaba que si hubiese luz, me estaría viendo patética. Al estar a oscuras, se ofreció a acompañarme a casa, no pude negar, no después de recordar a los ebrios que salen a estas horas del bar, ademas, este tipo me inspiraba confianza, era una sensación extraña. Aun así, creí que era una buena idea.

Este chico causaba en mi, una especie de curiosidad y exasperación por saber quien era, a medida que avanzábamos, no dejaba que chocara con las paredes o los postes de luz, era como si viera en la oscuridad. Se que son imaginaciones mías, pero aun así no dejaba de ponerme nerviosa. Poco a poco, empezó a aclararse, el eclipse estaba llegando a su fin, todo volvía a la normalidad. Sentí como la vida en la ciudad comenzaba a resurgir, como si las manecillas del reloj siguieran su curso, otra vez. 

Él aun caminaba delante mío, no podía ver su rostro, pero algo me decía que era una persona linda y amable. Pero todo dio un giro inesperado, el volvió hacia mí, nos quedamos estupefactos observándonos. Tenía la piel blanca, mas blanca de lo que estoy acostumbrada a ver, un rostro largo, sus labios eran rojos, anteojos que dejaban ver sus ojos negros, muy negros, su mirada era fría, aunque sentía como soltaba un suspiro cálido y si no fuese porque me ayudo, le tendría miedo.

-Eres como te imaginé... (me sonrió y continuo caminando).

Algo confusa me acerqué a él, pero solo deje que me acompañara. Su voz complementa a su apariencia, me causa curiosidad. Pronto las luces de la ciudad empezaron a iluminarnos, sin querer tropecé torpemente con mi pie, pero antes de caer me sujeto de la cintura. Tomo mi mano y continuamos el trayecto en silencio. 

No me pareció apuesto, pero si me agrado su personalidad, sabía que era una estupenda persona. Esa simple acción de sujetar mi mano, acompañarme a casa, cuando somos completamente desconocidos, causaba un extraño hormigueo en mi estomago y que latiera aceleradamente mi corazón, era algo nuevo para mí, jamás había sentido tal cosa en mi vida.

ECLIPSE DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora