Frío (Guerra One Shot)

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Imagina ser la compañera humana de Guerra en un viaje por un páramo helado. No vas muy bien abrigada que digamos y el jinete se las tiene que ingeniar para mantenerte caliente durante la noche. Aclaración para que os pongáis en ambiente: todavía no sois pareja. Os gustáis pero ninguno dice nada sobre ello. Os lanzais miradas de vez en cuando, nada más.

Habíais viajado a través de un agujero de gusano con la ayuda de Vulgrim. El portal os llevó a unas tierras heladas. Había nieve, hielo y roca hasta donde alcanzaba la vista, algo así como una montaña. El jinete iba detrás de ti en su caballo, te sujetaba con una mano y con la otra manejaba las riendas del animal. Empezaste a tiritar poco tiempo después de llegar, debían haber unos - 10 grados bajo cero y sólo llevabas un manto negro en los hombros como abrigo.

-¡Achís! - estornudaste. Guerra se tensó y te apretó más contra su cuerpo. Sentías algo de calor en la espalda aunque tus manos, pies y cara estaban congelados.

Al caer la noche descabalgasteis y fuisteis camino hacia una de las muchas cuevas que había en la montaña para refugiaros del viento que había empezado a soplar violentamente. La temperatura también había descendido notablemente y lo sentías en cada poro de tu piel. Él en cambio parecía no inmutarse. Te sentaste en un rincón de la cueva abrazando tus rodillas y frotando tus brazos y tus hombros intentando entrar en calor. No había manera. A este paso serías fiambre congelado hasta mañana.

-¿Podemos encender una hoguera? Me estoy congelando. - hablaste finalmente. El nephilim te miró y meditó un segundo.

-Eso atraerá a todas las criaturas que se arrastran alrededor. - se sacó la capucha.

-Genial. - dijiste con sarcasmo casi tartamudeando por el frío.

En la cueva tan sólo se oía el castañeo de tus dientes y ¿su armadura cayendo al suelo? Dirijiste tu mirada hacia el ruido metálico y efectivamente, el jinete se estaba desvistiendo. Tus ojos se abrieron como platos al ver su espalda desnuda y algo de calor empezó a subir por tu rostro y orejas.

-Cielo santo ¿qui-quién te ha hecho eso? - preguntaste al ver numerosas cicatrices muy marcadas y profundas a lo largo de toda su espalda. Él no respondió, sólo te miró de reojo mientras acababa de quitarse una de las hombreras.

-Lo siento. No es asunto mío supongo. - sabías que el jinete era bastante reservado sobre su pasado. No volviste a insistir. - Quién sea que haya sido, espero que arda en el infierno. - sentiste rabia imaginando lo mucho que ha debido de sufrir. Habías llegado a apreciarlo. Incluso muchas veces te habías sorprendido a ti misma mirándolo embobada. Te resultaba atractivo eso no lo negabas, pero siendo realistas ¿qué demonios iba a querer un jinete del apocalipsis de una pequeña y frágil humana? Nada. Esa fue tu conclusión. Por no contar que él era un ser inmortal y tu te volverías vieja en unas cuantas décadas.

-Deberías ponerte algo encima o cogerás frío.

-Yo no enfermo, tú sí. - dijo él firme - Necesitas entrar en calor, mi temperatura debería servir.

Te quedaste en shock. ¿Qué? ¿Me estás diciendo que vas a... calentarme... con tu cuerpo? Pensaste y te pusiste roja como un tomate. Tu corazón empezó a latir con fuerza, estabas muy nerviosa. Solo de pensar en tenerle tan cerca y además con el torso desnudo.
Le oíste caminar en tu dirección y le sentiste acercarse cuando se sentó. En ningún momento miraste en su dirección. Al principio se quedó quieto. Luego te envolvió la cintura con uno de sus brazos mientras tu seguías siendo una bolita abrazandote a ti misma.

-Deberías... - dijo Guerra medio susurrando. Le miraste de reojo y le viste apretar la mandíbula ¿acaso estaría nervioso también?

-Claro... Ehm... Gracias. Puedes ponerte cómodo, yo me acurruco y listo. - te salió una pequeña risa nerviosa. Él gruñó y se tumbó boca arriba con una mano tras la cabeza.

Madre del amor hermoso y de todo lo santo, su cuerpo es digno de ser esculpido en mármol y llevarlo al museo. No pudiste evitar echarle un buen vistazo a todos esos músculos perfectamente moldeados, podría competir con un dios griego. No tenía vello en el pecho como la mayoría de los hombres humanos y tampoco en los brazos.

¡Mierda deja de mirar! Cuando giraste la vista te diste cuenta de que te miraba con una ceja levantada, habiéndose percatado claramente del escaneo que le acababas de hacer. No dijo nada y tú tampoco, de hecho, no podrías aunque quisieras por lo nerviosa que estabas y no querías arriesgarte a tartamudear.

-¿Estás bien así? - Le preguntaste tras colocar tu cabeza y tu mano sobre su pecho desnudo.

-Permíteme. - se incorporó y te quitó el manto que traías en los hombros. Eso te dejaba en camiseta. Colocó el manto sobre los dos para que absorbiera y redirigiera el calor y te rodeó con un brazo atrayendote más hacia él.

Estaba muy cálido, tenía una temperatura muy elevada, más que la de un humano. Su pecho era suave y firme y olía bien. Olía a él y a ceniza.

Tú no lo sabías pero un atisbo de sonrisa asomó en la cara del jinete, solo por un instante.

Hola criaturillas, se que soy muy pesada con Guerra pero que le vamos a hacer, estoy enamorada. De esto pienso hacer una segunda parte porque se queda un poco en el aire. Ale, nos leemos.

-Nessa-

Darksiders one shots + imaginasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora