➽ 0 1 』

627 67 12
                                    



Días, días donde mis sentimientos y sufrimiento son muy grandes, días los cuales aguanto las inmensas ganas de destrozarme, de poder llorar sin ningún prejuicio, sin miedo a ser la burla de los demás. «¿Por qué Dios decidió elegirme a mi? ¿Por qué yo? ¿Por qué hacerme sufrir?» No aguanto más, no puedo con tanto sufrimiento, no aguanto con todo.


La nieve cae como las hojas en otoño, cae sin rumbo alguno, sin lugar a donde ir, a donde las lleve el viento. Invierno. La estación más dolorosa para mi, donde los recuerdos vuelven a mi como golpes sin ser esquivados. Haciéndome recordar épocas tibias. Mi madre, fue la señora más hermosa y bondadosa que existió, siempre pasaba las tardes de invierno conmigo, viendo los copos de nieve caer al pavimento, donde por defecto se perdían entre los demás, fundiéndose, admirando el blanco de las calles, cubiertas de la blanca y espesa nieve. Tardes donde me preparaba café, el cual era tan cálido como los abrazos que me daba, para calentarme en las noches frías de la estación, y su olor adictivo, un olor a vainilla exquisito, el cual me fascinaba. Tardes donde me preparaba los mejores bizcochos, a los que yo determinaba los mejores del mundo. Tardes donde mirábamos películas como último recurso, donde me abrazaba a ella para sentirme seguro, para sentirme protegido. Mi madre era como el invierno, era fría, pero era hermosa. Su belleza era digna de cualquier reliquia, de una obra de arte, la cual no quisieras tocar, por que podrías romperla. Su sonrisa me transmitía seguridad y alegría, amor y confianza. El invierno era mi estación favorita, la cual consideraba lo mejor del año, la que esperaba con todas las ganas del mundo. Me gustaba divertirme con ella, jugando en el patio, haciendo muñecos y castillos de nieve, que siempre destruía por tonto. El invierno, no tardó en hacerse la causa de mis pesadillas, la causa de mis traumas, la causa de mis problemas.

Cuando mi madre murió, murió el invierno para mi, lo que consideraba lo mejor del mundo, hoy día lo aborrezco con todo mi ser, los abrazos cálidos que me daba, jamás volverán, las películas que veíamos, las risas y momentos juntos, no volverán a repetirse, los cafés con bizcochos no son lo mismo hoy en día, ni tampoco las noches donde ella me contaba cuentos para calmar mis miedos, nada volverá, y por defecto, yo tampoco puedo volver.

Hoy día, vine a una sala de abogados, mi madre a dejado un testamento, que realmente no me interesa en lo más mínimo.
Al llegar tomó asiento en un sillón al lado de la ventana, que está cerrada para evitar que entre el frío al lugar. Volteo la mirada a la poca luz que el sol dejaba ver, veo los copos de nieve cayendo a velocidad nula, los que capta mi atención es el bello brillo el cual desprende.

A lo lejos escucho una voz llamándome, por lo que dejo de ver el panorama.

─ Joven Kim, lo esperan en la sala. ─ Después de esto, deja el lugar para adentrarse a la oficina.

Asentí con la cabeza en respuesta, tome mi portafolio y camine a donde me dijo la secretaria. Miro a mis parientes callados a la hora de mi entrada, se ven algo dolidos, pero felices, realmente solo vienen a ver qué fue lo que les dejó mi madre, por nada más.

La lastima que ellos me tienen ahora, podría decirse que es lo peor que he vivido hasta ahora en el día, pero si, la muerte de mi madre a afectado mucho en mi.

─ Que bueno verte por aquí, Tae. ─ Sujeta mi muñeca contra la suya en un apretón de manos, el cual sólo el hizo, yo no moví mi mano en ningún momento, me asqueaban todos por igual ahora.

─ Si. ─ Ignoró completamente a todos y reposo mi cuerpo en el sofá trasero, no quería ser visto por los demás familiares.

Las horas pasan, y yo vuelvo a mi departamento. Al fin y al cabo, esa reunión no tenía sentido. Ya nada tenía sentido para mi.

Tomo asiento en la parte baja de mi cama, dejando mi saco en el perchero, y quitándome los zapatos, los cuales dejé en el lugar donde principalmente van.
Miro la hora: 00:30 am. Algo tarde.

Mi mirada queda ida, mis pensamientos ahora son muchos, y los cuales quisiera poder olvidar. Dirijo mi mirada al retrato de mi madre y yo, y al mismo tiempo siento un estruendoso dolor en mi pecho.

— No, no, no. ─ Sacudo mi cabeza tratando de alejar los malos sucesos que he vivido, sucesos los cuales me dejarán marcado como un tatuaje en mi memoria, esos que jamás podré quitar de mis pensamientos.

Respiro tratando de calmar las lágrimas, lo cual es inútil, ya que siento el húmedo y salado sabor de ellas recorrer la extensión de mi rostro, dejando con ellas húmedas mis mejillas.

Me miro al espejo, mis ojos y mejillas ya están rojos, mi nariz moquea gracias a lo húmedo de las lagrimas, mis mejillas rojas gracias a los sentimientos que caen con las lagrimas, y mis ojos rojos por las oscuras gotas de dolor que caen de ellos.

— No llores, los hombres lindos no lloran. ─ escuchó una voz proveniente del balcón, lo cual hace que un escalofrío recorra cada extensión de mi cuerpo, dejándome pasmado.

Camino a paso lento a donde anteriormente escuché la voz, miro por la ventana y nada, no hay nadie.

« Debió haber sido mi imaginación.» pienso.

— Y recuerda, no llores. ─ doy un brinco en mi lugar, y volteo rápido mi cabeza, pero como anteriormente me pasó, no vi nada.

─ Será mejor que duerma, o quedare peor. ─ este suceso hace que olvide todo por lo que lloraba. Acomodo mi cabeza en mi almohada y me dispongo a dormir.

— Duerme bien, Taehyungie.─




➽ ❀⁎∘․⋅⠐∗⁺

Sinceramente escribí esto el lunes, lol. Tengo tantas ideas para esta historia, la amaré demasiado.

Nos leemos el próximo sábado. Adiós ♡

✩            ✪✔︎
Voten.~

Cuenta hasta 3 ❀ Vmin; ¡mini fic!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora