Capítulo 1. Utilizada

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Primavera de 1844. Propiedad de los Pembroke, Bath.

-¿Qué debería hacer para captar la atención de Marcus? - removió sus bucles castaños mientras su doncella deslizaba la falda por sus piernas - he intentado coquetear con él disimuladamente, me he acercado a él durante los juegos, incluso me he desnudado frente a él...él, él y solamente ÉL. Así durante más cinco años...

-¿Qué ha hecho qué? Ay mi Señora...- se escandalizó Nina y, como para probar sus palabras, se le escurrió uno de los alfileres dorados entre las manos - ¡Pero Señorita Nowells! ¿ Se ha desnudado? ¿Dónde? ¿Cuándo?

Nina no era una belleza, como su joven señora, pero era vivaz y decidida así como sus facciones delgadas y bastante agradables tenían un aire idóneo para recorrer las calles adoquinadas de Bath sin parecer una campesina.

- No te escandalices.

Aconsejó - muy tranquilamente - sintiéndose la persona que se había escandalizado lo suficiente para toda su generación y la siguiente, tras haber presenciado como el magnate del oro, Marcus Raynolds, hacía lo "impropio" con una dama de dudosa reputación. Sí, había descubierto -al fin- aquello que hacían los hombres y las mujeres en la intimidad... desde un armario. La noche anterior, junto al resto de beldades problemáticas, decidió esperar a Marcus en su habitación desnuda, sin embargo y para su sorpresa, éste llegó acompañado de otra mujer - a la cual no había visto nunca- y no tuvo más remedio que esconderse en un armario hasta que ellos dos...terminaran.

-Fui a su habitación y allí me desnudé, le mostré todo lo que le puedo ofrecer. Pero sobre todo quería demostrarle que ya no soy esa niña a la que un día salvó de la muerte en el río- obvió el percance inicial del armario, con magistral habilidad.

-¿Y que hizo ese hombre? No, no me diga que...

-Por mi desgracia no, nada. No me tocó, ni si quiera me rozó -mintió al recordar como Marcus había hecho recorrer el batín por su cuerpo hasta cubrirla- me despachó tan pronto como pudo.

- Al menos todavía conserva un mínimo de honradez - se extrañó la doncella, cuatro años mayor que su señora. 

-O simplemente no le gustó lo que vio - se volvió para que Nina empezara a abotonarle la espalda del vestido color paja que llevaría esa mañana.

- Seguramente es eso - se aprovechó del pensamiento infundado de la joven - eso es una prueba de que debe desistir y mirar hacía otros horizontes - instó deseosa de que Catherine se casara de una vez por todas, puesto que de eso dependía su propio trabajo también. Si Cath no se casaba de inmediato, el señor Nowells no podría seguir manteniendo gran parte del personal de que disponían en esos instantes... por no mencionar que costear otra temporada social sería imposible. 

- Sé lo que todos pensáis -  al momento, Nina,  se dio cuenta de que la sugerencia había molestado a la señorita - esa muchacha consentida y egoísta, con la cabeza llena de pájaros piando el nombre de Marcus... pero nadie piensa que no soy nada más que un buey al que vender, un buey muy bien decorado - se estiró molesta el modesto collar de perlas que lucía.

Nina optó por no contestar, pensó en decir algo halagador para recuperar su confianza, pero luego decidió seguir callada y dejar que Catherine se calmara por sí sola. 

Catherine no era ajena a la situación familiar : en banca rota. Su padre estaba arruinado y por consiguiente el futuro de sus hermanas también. Todo gracias a su estupendo hermano mayor, al que debían esa situación, aunque su padre se empeñara en negarlo. Su hermano, unos diez años mayor que ella, era un vividor. No un vividor rico como Marcus, uno de esos que han amasado su propia fortuna y la derrochan como les place, no. Un vividor a expensas de su familia, de los recursos de sus progenitores y sin importarle el porvenir del resto de los integrantes del grupo. Un parásito, ella lo llamaba así, pero solo en la intimidad por supuesto. Su padre no cesaba en su empeño por defenderlo y por encubrirlo, claro,  Albert era el único hijo varón del Conde de Essex y como tal, era intocable. Albert había perdido en el juego cantidades exorbitantes de dinero, había apostado bienes familiares y, con todo eso, todavía tenía deudas por pagar.  ¿ A quién le tocaba redimir la situación? A ella. Debía casarse con el primer noble adinerado que pasara por delante, para luego dejar que su familia lo exprimiera y así seguir protegiendo al único heredero de Essex. ¡Qué vergüenza! 

Catherine NowellsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora