Capítulo 5. Nicolette

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La noticia de que una noble quería aprender de las mujeres del cabaré corrió como la pólvora entre los bastidores del mismo. Siendo el secreto mejor guardado entre las féminas del lugar y aguardando con ansias la llegada de esa tal "Catherine". Quien había dicho que iría cada día a partir de las tres de la tarde para ensayar y dar espectáculos cuando fuera necesario y se lo pidieran. Necesitaba dinero. 

 Adecentaron el salón de ensayos y las más interesadas por conocer a la dama en cuestión, la esperaron a la hora pactada ataviadas con sus mejores galas. 

—¿Por qué creéis que necesita el dinero? —preguntó Kumiko, la belleza china personificada, apretándose el nudo del kimono. 

—¿Será muy creída? —hizo una mueca de duda Nala, una africana alta y bien exótica. Muy demandada por sus bailes hipnotizantes. 

—No, no es nada altiva —corrigió Salma. 

—No creo que lo sea —convinieron al unísono el resto de las presentes—. De lo contrario, no se presentaría aquí pidiendo nuestra ayuda —añadió otra. 

—¿Qué ven mis ojos?¡ La nueva belleza de Fantasy! —escucharon a Dimitri exclamar y se pusieron de pie para recibirla. Si algo tenían aquellas personas, era la fidelidad hacia los suyos, aunque pareciera inverosímil. 

Catherine entró desatándose la capa y mirando a todas aquellas mujeres hermosas con admiración. Llevaban maquillajes diferentes, estrambóticos pero fascinantes. Como bien decía el nombre del lugar: ¡Fantasía! Detrás de ella iba siguiéndola Nina, quien nada más entrar buscó una silla en la que sentarse para poder aguantar el peso de su adolorida cabeza. 

—Bienvenida Catherine —removió las caderas Salma hasta llegar a la joven para poder depositar un cariñoso beso sobre su frente—. Te presento: ella es Kumiko.

» La asiática juntó sus manos y bajó la cabeza, saludándola.

—La belleza africana, Nala.

—Salam aleikum — a lo que Catherine respondió con una sonrisa, ya le preguntaría más tarde que significaban aquellas palabras y cómo debía responderlas. 

»Las presentaciones fueron un poco largas porqué eran unas diez mujeres y todas querían tener su minuto de gloria ante la noble. Cuando los nombres y los orígenes fueron dados, así como algún que otro comentario curioso, Salma subió a la muchacha sobre una caja de madera. Todas dieron vueltas a su alrededor estudiándola.

—Verás, lo primero que debemos saber es qué talentos y virtudes tienes. Y cómo explotarlos —explicó Kumiko al notar un poco incómoda a Catherine—. No se trata de ningún ritual satánico de iniciación —bromeó relajándola. 

—Tiene unos ojos bonitos y un pelo fantástico —observó Nala.

—Los ojos nos servirán pero el pelo no. Debemos cortárselo y cambiarle el color, ante todo está su anonimato. 

—¡¿Qué?! No, eso es imposible —se alertó Nina desde el rincón en el que se había quedado medio dormida—.  La señorita tiene que volver a ser la de siempre fuera de aquí —aclaró ante la mirada intimidatoria de las cabareteras, volviendo a sentarse. 

—Sí, es verdad —concordó Salma—, le recogeremos el pelo con una redecilla —buscó entre su baúl de avíos hasta sacar de él una malla negra y unas pinzas. Se subió a otro palco y recogió la larga y ondulada melena de Catherine estrujándola dentro de la red y aguantándola con las tenazas. 

—Estoy horrible —se observó en el gran espejo que había a su derecha.

—Paciencia milady —Salma corrió a su estancia y volvió de ella con una peluca rubia, rizada y corta. Se la colocó con cuidado y la mostró al mundo como si fuera su mayor obra concebida. Y así era, Catherine parecía otra mujer. Las presentes aplaudieron la iniciativa y dieron el visto bueno a ese punto.

Catherine NowellsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora