Capítulo 2: Transformación.

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           Luis me llevo al área de transformaciones, era muy parecido a una peluquería, llena de agentes, había desde maquillistas profesional, hasta cámaras de bronceado, bronceado artificial y mucho personal, el lugar era grande.

   Camine junto con Luis hasta donde estaba Mercedes, la maquillista y peinadora, una mujer de 45 años morena y de pelo corto, que en sus tiempos fue una de las mejores agentes que hubo, Mercedes era una de las personas en la que más confiaba, y confiar para mi era difícil, siendo agente la verdad todo era un poco mas complicado que lo normal…

   -¡Jennifer!- me saludó con dos besos algo sorprendida, puesto que había estado en la tarde del día de ayer entregando vestuario y una peluca.

   -¡Hola Mercedes!- le sonreí amablemente, besando sus dos mejillas.

-         Necesito que la dejes más hermosa de lo que es-nos guiñó un ojo, giró sobre sus talones, desapareciendo en las sombras de los pasillos.

   -Tranquilo, Haré todo lo que este en mis manos- Dijo mercedes, realmente orgullosa de su trabajo.- A ver, ¿de que se trata todo esta vez?

   -Cocaína, un supuesto narcotraficante. El tema es que tengo que estar diferente, puesto a que ya nos conocimos.

   -No se diga mas, por lo que tengo entendido lo que tenemos que hacer es convertirte en una latina. – Tomó mi mano sin siquiera dejarme preguntarle, cómo lo sabía. Tiró de mi hasta la cámara de bronceado y graduó el temporizador.- Serán 15 minutos, luego nos ocuparemos de lo demás.

           Me puse un traje de baño de dos partes, algo muy pequeño, ya que la idea era que quedara bien bronceada, Mercedes abrió la cámara y yo me acosté, cerré mis ojos para que se broncearan también, y rápidamente me quede dormida, aunque fue por tan solo 15 minutos, mientras me bronceaba.

         Mercedes me despertó cuando aún dormía, salí de la cámara de bronceado torpemente y tropecé con algunas de las sillas, se cayeron 2. Entonces abrí los ojos y solté un aullido, debido a que  una me cayó en el pie.

   -¡¡AUCH!!- me encorvé y subí mi pie a la altura de mi muslo para poder masajearlo y que se pasara el dolor.

  -Linda tienes que ver por donde caminas- me dijo Mercedes en tono burlón.

   -Lo se, lo siento, me acosté muy tarde y me levanté temprano- me excusé.

   -¿Muchas misiones?- inquirió levantando una ceja.

   -Si, y esta me partirá el alma, jamás jugué con los sentimientos de alguien…- dije cabizbaja. Me sentía mal por el hecho de imaginar, que tal vez Christian no fuera un narcotraficante y que toda nuestra posible historia, acabaría ahí. Junto con mi misión.

   -¿Más que cuando mataste a Paulo?

Gruñí.

- Ese maldito, desgraciado –supiré- cuando lo maté, solo sentí que había muerto yo. Me sentí vacía, solo me preguntaba: ¿cómo pudiste matar a alguien?, aunque  yo misma me respondía; el intento violarme, y a esas niñas del orfanato también, no te digo que me haya gustado matarlo, esa sensación no se la deseo a nadie, nadie merece morir, ni matar, el único que puede controlar eso es Dios, nadie más, yo no me perdono por haberlo matado. Me consuela que fue en defensa propia, aunque eso no lo justifica, lo único que pensaba en ese momento era en las niñas del orfanato que me pedían ayuda a gritos, y yo estaba atada sin poder hacer nada…- mi voz se fue apagando hasta el punto de ser inaudible, comenzaron a correr lágrimas por mis mejillas que sequé con odio. Odiaba llorar, odiaba lo que ese maldito representaba, odiaba mi pasado, odiaba que me hicieran recordarlo una y otra vez.

Dulce engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora