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Y de pronto te sientes desesperada, tratando de escapar de las propias barreras que tú mismo te has puesto, pero te sientes impotente ¡Con la necesidad de gritar! Pero sencillamente no puedes, transformándote en un ogro cada vez más enorme con la espalda ensanchada cargada de muchos sueños rotos, palabras no dichas, metas no cumplidas, decepciones de amores o amigos.

Tratas de invocar toda la calma del mundo solo para darte cuenta que se ha ido a un desconocido rumbo, solo te queda las intensas ganas de golpear algo o incluso a alguien ¡Pero sabes que no está bien! Lo cual te llena de frustración, tanto que la angustia que se instala en el pecho quiere hacerte llorar.

Con la desesperación palpable, como si no tuvieras salida alguna, con cadenas que se enredar en tus pies sintiéndote culpable por la inmensa inseguridad que hay sobre ti, haciéndote ceder poco a poco al demonio del estrés y la rabia.

Aquella que te arrastra a las llamas del más feo infierno del estrés y odio.


Atentamente: La ira.

Pecados capitalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora