Un Malfoy•

132 7 46
                                    

Julio 29, 1991. Mansión Malfoy.

Era verano de 1991, el clima estaba frío en la Mansión Malfoy, como siempre. El señor y la señora Malfoy estaban el salón charlando formalmente, mientras una lechuza atravesaba una pequeña ventana y dejaba una carta sobre la mesa de centro. Los dos hicieron silencio e intercambiaron miradas, los dos tenían una sonrisa; Lucius una de suficiencia y arrogancia, y Narcissa con una de emoción y orgullo.

Lucius tomó la carta y cuando vió a quien correspondía y su remitente, su sonrisa se ensanchó más e infló su pecho con orgullo.

-Como era de esperarse -terminó por decir, dejando la carta en la mesa de centro.

Narcissa se paró de su sillón habitual y solicitó a Dobby, su elfo doméstico, este apareció haciendo una reverencia.

-Dobby quiere saber para que lo llama, señora Malfoy.

-Hazme el favor de llamar a Draco y decirle que venga, que tenemos que decirle algo importante -dijo con notable alegría.

-Dobby a sus órdenes, señora Malfoy -y dicho esto desapareció con un chasquido.

Mientras tanto, en su habitación, Draco estaba leyendo plácidamente una revista de Quidditch, recostado en su cama.

Se escuchó el típico ¡plaf! Que emite un elfo doméstico cuando se aparece. Draco bajó su revista viendo al elfo con una ceja arqueada.

-¿Pasó algo? -preguntó con desinterés.

-L-la ama Malfoy solicita v-ver al joven amo Malfoy -dijo tembloroso, tanto Draco como Lucius emitían superioridad, extremadamente-, tienen una noticia que darle.

Y dicho esto se desapareció.

Draco rodó los ojos, pero tuvo que bajar a regañadientes. Antes de salir de su habitación se vió en el espejo y trató de arreglar hasta el más mínimo detalle.

Iba por el penúltimo escalón cuando sintió el abrazo -muy efusivo, por cierto- de su madre.

-«Madjsh»... «féfame gespitar» -pidió casi audible, pues su madre lo dejaba sin aire.

-Lo siento hijo -dijo Narcissa separándose y alisándole la camisa que había arrugado-, es que estoy muy feliz por tí.

-Estamos, Narcissa, estamos -la corrigió Lucius que se posicionó a su lado-. Supongo que ya sabrás para que te llamamos.

Draco se quedó pensando un momento, la respuesta llegó rápidamente a su mente. Llevaba esperando esa carta desde su onceavo cumpleaños. En su cara se formó una sonrisa de emoción, y alegría pero al ver el gesto interrogante de su padre cambió esa sonrisa por una de suficiencia y arrogancia.

«Como todo un Malfoy». Pensó.

-¿Puedo verla? -dijo simulando una pequeña pizca de emoción, todo lo contrario de lo que en verdad sentía.

-Por supuesto -dijo Narcissa, fue y buscó la carta a la mesa de centro y se la dió a Draco-, valió la pena la espera.

Draco terminó de leer la carta, y no pudo estar más que orgulloso y feliz por el mismo. Iba a decir algo pero su padre se le adelantó.

-Bueno Draco -dijo dándose la vuelta y dirigiéndose a su sillón, finalmente sentándose en el-. En septiembre empiezas las clases en Hogwarts, y como todo un Malfoy te daré las instrucciones que alguna vez, me dió mi padre.

Narcissa giró su cabeza, y miró hacia otro lado mientras rodaba los ojos por las exigencias de su esposo. Luego de eso se sentó en su sillón habitual.

¡Estúpido Malfoy! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora