Capítulo 2

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Capítulo 2


Esa no era su comisaría ni su entorno, sin embargo, Ryan pidió ver al comisario con una orden tan seca, que este se presentó a los dos minutos, dejando otros asuntos que tenía entre manos.

—Quiero conocer todos los detalles, comisario. Acaban de detener a un amigo mío por el asesinato de mi hermana que se encuentra a mi lado. Quiero explicaciones —exigió—, muchas explicaciones.

—¿Es usted su abogado?

—Su abogado viene de camino. Robert Zimmer ha estado conmigo desde hace tres semanas, y no nos hemos separado más de una hora en todo ese tiempo. Lo que quiera que tengan contra él, solo se sostendrá si se remonta a antes de ese plazo.

Ryan se aseguró de que todos lo escucharan, incluido Zimmer. Sabía que este no iba a soltar prenda, y quería que se ciñera a lo que el detective acababa de decir.

Un cruce de miradas bastó. Su amigó lo había comprendido.

De camino, se puso en comunicación con su abogado, que no tardaría en presentarse, por lo que la estancia de todos en las dependencias policiales sería breve. Ryan no dudaba de ello.

El comisario, con cara de sueño y barba de tres días, hizo un ademán a sus hombres, que se llevaron a Zimmer a una sala de interrogatorios, e invitó a los hermanos a pasar a su despacho y tomar asiento. Cerró la puerta y se instaló tras el escritorio, suspiró y apoyó los codos sobre la mesa, mientras se inclinaba hacia ellos.

—Ya me han dicho mis hombres que acompañaba al detenido un colega de otra comisaría, por lo que preferiría que lo llevásemos con profesionalidad —dijo, dirigiéndose a Ryan.

—Conozco el procedimiento, y sé que tienen que actuar de esta manera. No tengo nada que objetar a eso.

El detective se encontraba más tranquilo ahora que sabía que no iba a haber enfrentamiento con el comisario. Cada uno hacía su trabajo y el reconocimiento mutuo tuvo mucho de tranquilizador.

El comisario asintió con lentitud y volvió a inspirar por la nariz.

—Voy a hacer como si se tratara de uno de mis hombres, detective, andarnos con paños calientes no ayudará a nadie. Hay una mujer muerta en un motel que tiene el carnet de conducir de Alexandra Ryan. Apenas es reconocible: la han rociado con ácido sulfúrico y practicado algunas... —miró indeciso a Sachi, titubeando—, ciertas mutilaciones, por lo que nos es imposible identificarla, de momento.

Ryan agradeció, con un asentimiento, el tacto del comisario de policía. Miró de reojo a su hermana, que no perdía palabra y estaba muy pálida. Sintió un poco de lástima por ella. Sus padres la habían mimado demasiado y, ahora que asomaba al mundo real, se topaba con esto.

Estuvo a punto de decirle que saliera, mientras el comisario y él hablaban, luego lo pensó: esto era lo que pasaba en el mundo real, y tendría que enfrentarse a ello, por muy desagradable que resultara. Invitó al policía a continuar.

—El caso es que, en la habitación, solo hay huellas de una persona fichada. Sobre los muebles, en el lavabo, en la bañera... Solo un juego de huellas —levantó un dedo para recalcarlo, por si quedaban dudas—, las de Robert Zimmer. Ni siquiera las de la mujer.

Ryan no quiso interrumpirlo.

—Por eso se lo estoy contando. La limpieza, en según qué sitios, no suele ser muy exhaustiva. Aquí lo fue. Ni una huella parcial de otra persona en ninguna superficie.

Perder los papeles (Instinto de manada II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora