La Cordialidad del Bosque

55 6 0
                                    

El viento golpea mi rostro obligándome a abrir mis párpados. Lo hago despacio, y poco a poco la vista deja de estar nublada, veo mi palma abierta sobre el suelo. El frío es más intenso en mis piernas porque la falda del instituto no logra cubrirlas por completo. Aunque sigo un poco mareada me pregunto por qué llevo el uniforme en un lugar así, lo que me lleva a otra pregunta. ¿Dónde estoy?

Al recorrer el lugar la mente apenas se me aclara. El paisaje es oscuro, pero eso no impide fijarme en la cantidad absurda de árboles que me rodean. Me encuentro en un bosque. ¿Qué hacía en un bosque en lugar de ir a casa? Mientras camino, me concentro para recordar lo que sea que me llevó a este sitio. Sin embargo no puedo recordar nada concreto que me ayude.

Estaba en el instituto con mis compañeros de salón. Charlaba con ellos como siempre lo hago. Teníamos las conversaciones casuales que los amigos tienen, y a menudo reíamos de las cosas que les contaba. Lo último que recuerdo del día fue cuando llenaron el salón son sus risas cuando me incorporé al grupo, que era su forma de saludarme y hacerme sentir bienvenida. Me distraje un momento del aburrimiento de las clases cuando vi pasar una nota entre mis mejores amigas.

***

Pese a que llevaba pocos años ascendido, el Teniente Namikawa no había perdido la mala costumbre de llegar tarde que lo caracterizaba cuando se había enlistado en la policía. La diferencia es que en aquella ocasión su retraso se debía a su esposa. Cualquiera habría creído que esto sería motivo de burla, pero la verdad era que el Teniente era muy respetado por sus compañeros.

-¿Qué tenemos hoy? –la pregunta llegó pronta a los oídos del forense Akito.

–Nada claro de momento. –Akito respondió permaneciendo agachado observando detenidamente un cuerpo–. La víctima, si es que fue asesinada, fue encontraba hace unas horas por una pareja que entró al bosque a correr.

–¿Dónde está esa pareja?

El forense apuntó hacia un lado. El teniente divisó a la pareja, jóvenes, algo pálidos –por la impresión de ver un cuerpo muerto, se dijo a sí mismo-, acompañados por algunos policías. Se dispuso a caminar en dirección a la pareja, cuando fue interrumpido por la mano del joven forense en su pantorrilla.

–No te molestes. Ya tomaron sus declaraciones de distintas maneras en lo que nos encontrabas.

Con estas palabras, el teniente vació sus bolsillos liberando un cigarrillo y un encendedor. El humo recorría blanco su rostro hasta fundirse con el aire, desapareciendo por completo. Miró el cuerpo intentando completar el rompecabezas.

***

¡La mochila pesa sobre mis hombros y no puedo parar de correr! No sé en qué momento me quedé dormida, ni cuándo tiempo pasé así, pero el sonido de las ramas quebrándose me despertaron. Alguien me persigue, alguien está en este bosque conmigo.

Recuerdo haber caminado un largo tramo esperando en algún momento llegar a alguna carretera o una señal que me diese aviso de hacia dónde poder dirigirme, pero no encontré nada, sólo árboles y más árboles. El cansancio y debilidad me vencieron recordándome que no había comido nada desde que el frío me despertó antes, fue cuando abrí mi mochila esperando encontrar la mitad del almuerzo que sobré en el instituto. En algún punto de ese tiempo me quedé dormida hasta que las ramas sonaron.

Sigo corriendo con menos fuerzas que antes, y cada vez que miro atrás solo veo sombras que quieren alcanzarme como brazos en movimiento. Me asusta pensar que no solo sean sombras del bosque, sino la sombra de mi perseguidor. Debo seguir avanzando, aunque me cuesta por el dolor de la fricción de las correar de mi mochila sobre mis hombros.

En la Luna alguien te observaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora