Pinchazo a la felicidad

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6:45 AM

El joven peli oscuro, Amajiki Tamaki, llevaba un rato de pie, frente al espejo de su baño, con la toalla enredada en la cintura y el cabello húmedo, puesto que acababa de salir de la ducha.

Miraba cada detalle en su cuerpo; esa blanca y moreteada piel suya, sus delegados brazos, aquella postura encorvada, el cabello largo y oscuro, su rostro deprimido y su mirada solitaria. Pero lo que, por mucho, llamaba más su atención, eran sus brazos, tenían varios rasguños cerca del antebrazo para que pudieran ocultarse mejor, aún si le resultaba más doloroso. Acercó su brazo izquierdo a su rostro para observarlo, y comenzó a contar aquellos cortes.

Uno, dos, tres, cuatro...

Finalmente, encontró 13 cortes.

Y algo comenzó a molestarlo.
Sus lágrimas comenzaron a caer de forma lenta y su boca se abría intentando emitir lamentos, cosa que evitada por la inmediata reacción de colocar su mano derecha sobre ella. Miró su reflejo una vez más.

Qué asco.

Pensó.

Cada parte de su reflejo le causaba una extraña sensación, ¿Asco? Muy probablemente. Se odiaba, y se odiaba por odiarse. Porque sabía que él nunca había sido así antes, que en algún momento se volvió aquella cosa que le repugnaba cada día, que le hacía sentir desagradable y alejaba a la gente, a la gente que quería, que todo lo bueno se fue junto con su autoestima.

Sabía que había algo mal. Que no era normal y mucho menos bueno sentirse tan repugnado por algo tan simple y tonto como ello.

Pero eso no era todo.

No solo se odiaba por odiar su apariencia, se odiaba por ser él. Odiaba ser tan tímido, no poder acercarse a las personas, ser constantemente rechazado por todos debido a su rareza y su horripilante físico. Le molestaba ser el único en su clase, en la escuela, y en todos lados, que estaba siempre solo, aburrido y deprimido. Pero, al tiempo, odiaba esa idea, ¿Por qué él tenía que cambiar para complacer a los demás? A decir verdad, cuanto más pensaba, más confundido se veía. Dejo de mirar aquel punto fijo y vacío en el piso de su baño, y se decidió a salir, limpiando sus lágrimas.

Algunos minutos después, estaba vestido con un pantalón negro, una camisa algo holgada para él y un delgado suéter marrón, estaba sentado en su cama, mirando su celular, preguntándose si realmente debía encenderlo. Un recuerdo, de su compañera Hado Nejire, le invadió.

Ella le había pedido que, ese día en específico, se conectara en al menos una de sus redes sociales, a sabiendas de la costumbre del chico por no utilizarlas en lo absoluto.

— Bah, seguro ya se olvidó de ello, no tiene caso.

Se excusó el chico antes de colocar el aparato sobre su almohada y finalmente salir de su cuarto, dirigiéndose a la cocina de aquel departamento.

Había una rebanada individual de pastel y sobre el empaque se encontraba una nota de papel. Tamaki dudó un buen rato en acercarse, mirando por debajo del domo triangular plástico aquella rebanada para luego tomar aquella nota.

Sus ojos se pusieron de un leve color rojo, y algunas lágrimas aparecieron al borde de su párpado inferior. Se recargó en la barra y dio un suspiro, forzando una sonrisa y tomando aquel trozo de papel, para doblarlo y guardarlo en uno de sus bolsillos

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