CAPÍTULO 1

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Apretó sus labios al igual que el agarre sobre su valija en cuanto las miradas incrementaban por cada pasillo que cruzaba junto a la secretaria escolar, Olivia Ramos. Oía a lo lejos los murmullos nada sutiles de los estudiantes y cómo no perdían de vista a su persona. Comenzaba a pensar que esta fue una pésima idea. Los nervios crecieron en su interior convirtiéndose en un malestar de estomago instantáneo.

Estoy perdida. Lo han descubierto. Estoy segura. Van a expulsarme. Era obvio, nadie se lo iba a creer. Pensó Guille, llena de terror.

—Vaya popularidad has cogido en menos de una hora, Guillermo —levantó su cabeza con rapidez al oír la encantadora y dulce voz de Olivia. La mujer parpadeó sorprendida al descubrir el miedo en el rostro del menor—. Oye tranquilo, no te comerán. Bueno, tal vez los de último año bromeen con ello pero no dejes que te intimiden. Créeme, son todo un amor bajo esa fachada de chicos malos. —Agitó su mano en un intento de restarle importancia—. Seguramente los demás están tan sorprendidos como yo cuando te vi, tienes el rostro muy tierno y con rasgos finos, casi como una chica ¿Te lo ha dicho alguien alguna vez?

La primera alarma en su interior resonó fuerte dentro de su cabeza. Debía calmarse y actuar tal cual había practicado. Formó una inocente sonrisa antes de bajar sus cejas cómo si algo lo entristeciera.

—Sí, muchas veces. —Dijo con genuino desanimo—. Hiere mi orgullo masculino, señora Ramos. —Intentó apartar el tema lo más rápido posible. Después de todo, prefería no crear más dudas sobre su persona.

Olivia Ramos podría tener casi treinta y cinco años, un carácter indomable —lo cual siempre le fue de gran ayuda en su trabajo para hacerse respetar frente al género masculino en pleno desarrollo— y ser lo suficientemente amable con los estudiantes sin cruzar la línea de su trabajo pero entonces ese pequeño, blanquecino y adorable rostro inundado de pecas junto a esa mínima mueca que hizo completar el cuadro perfecto de ternura en el cerebro de la mujer hizo flaquear su impenetrable carácter. Lo quebró tan rápido y simple como una aguja pinchando un globo. Casi lo hubiera tomado por un insulto sino estuviera tan enternecida con el nuevo estudiante.

—Ay Dios, ¡eres tan tierno! —Sujetó ambas mejillas de la adolescente, estrechándolas al igual que con un infante—. Eres casi como un muñeco de porcelana. Se nota que la pubertad no te ha llegado aún, al menos no de manera abrupta pero en ti no pareciera algo malo. No lo digo de mala manera, es que creo que tal vez te veas mejor sin ella o quien sabe cuando seas mayor luzcas aún más...

De pronto la mujer pareció recordar la realidad que los envolvía, además de los ojos curiosos de los demás estudiantes por lo que con un carraspeo se irguió y habló, recobrando la compostura y algo de la dignidad que el adolescente acababa de destruirle.

—Disculpa, olvida lo que dije, hay que continuar con el recorrido.

—Claro. —Respondió, ignorando los cariñosos actos que la mujer acababa de hacerle.

Si usted supiera señora Olivia, créame que la pubertad si ha tocado mi puerta... Solo que solo que no de la manera que usted cree. Pensó Guille, recordando la incomodidad en su pecho a causa de las vendas que rodeaban su cuerpo. Allí mismo dónde sus queridos senos con el tiempo estaban tomando mas forma, traicionándola por completo pues al ser de contextura delgada y de baja estatura creyó que estos no crecerían al menos hasta ser mayor, todo indicaba que sería una tabla total. Menuda burla fue notar que cuando más necesitaba que estos se quedaran pequeños, se les dio por comenzar a crecer.

Decidió ignorar las miradas curiosas para concentrarse en el palabrerío que la mujer comenzó a soltar de información sobre el internado. Debía prestar atención para lograr manejarse con cuidado en aquel inmenso lugar.

GuilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora