CAPÍTULO UNO

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Jade.

Presente.

—¡No te permitiré estar con él! —exclama mi padre con los cachetes rojos de la rabia, —¡Te mencioné muy bien las reglas y condiciones antes de matricularte en esta universidad!

Las lágrimas corren lentamente por mis mejillas y se pierden a los largo de toda mi quijada. Todavía no entendía por qué le disgustaba mi amorío.

—¿Cuál es el problema? ¿No puedes ser un padre normal y orgulloso de que su hija haya encontrado el amor? ¿Se te hace tan difícil? —grito, mientras mantenemos miradas penetrantes.

Mi padre da una sonrisa arrogante y una carcajada amarga sale de sus labios.

—¿De que hayas encontrado el amor? ¿Encuentras el amor cada dos meses, Jade? ¿Y qué me dirás de las acusaciones de hurto hechas por tus compañeras contra ti? ¿Ellas mienten? —me mira impaciente por una respuesta.

Silencio e incomodidad. Es lo único que se siente en el ambiente.

—Te quiero fuera de este campus con todas tus cosas ya mismo. Irás directamente a la casa y ahí discutiremos donde tendrás nuevamente tus estudios universitarios. —dicta con los ojos cerrados y pellizcándose el puente de la nariz.

El decano mira la escena que tiene enfrente y su mirada viaja de un lado al otro, observándonos. Anota algo en un papel para después entregármelo.

Una nota donde se notificaba mi salida del campus y la suspensión de clases.

No sabía si al salir de aquí todas las personas que hacían sus funciones en este piso tratarían de aguantar la mirada, ya que habrían escuchado tremenda discusión, pero me importaba una mierda. Sentía mi alma quebrarse. ¿Otro traslado? Sería el tercero en el año. El dinero lo podía todo, sí. Por eso me aceptaban constantemente en universidades sin ningún problema. Mi padre era amigo de socios y tenía sus contactos, e inventaba excusas cada vez que necesitaba sacarme de un problema. No me afectaba tanto el acto de trasladarme a otra universidad. Me afectaba dejar atrás las amistades, los vínculos, los sitios donde pasar rato, a ciertos profesores pero a quién me dolería y me costaría de verdad dejar atrás sería a Connor.

Sí qué me costaría, carajo.

—Jade, la nota que te acabo de dar es un permiso para que te permitan sacar tus pertenencias de la habitación sin ningún problema, igualmente la presentas en la garita de seguridad para que te dejen salir —termina y me ofrece una sonrisa de boca cerrada.

Me levanté, estrellando la silla hecha de cuero donde había estado sentada durante estos veinte minutos. Di una última mirada a mi padre y al decano con unos ojos hinchados y una cabeza llena de pensamientos e insultos que podría haber dicho pero decido callar; ya no valía la pena. Salí de esa oficina y necesitaba soltar todo esto, seguir llorando, necesitaba a alguien.

—Contesta, contesta, contesta por favor, Jess —Repetía con el celular al oído mientras pasaba por los pasillos de la facultad con la cabeza a un nivel donde no podrían ver lo destruida que estaba por dentro y por fuera. —El número que usted está marcando no se encuentra disponible, inténtelo más tarde—. Bufo al escuchar a la operadora. No sabía que hacer ahora. Jess probablemente estaría en entrenamiento y Sam no es lo suficiente amiga mía para este tipo de situaciones. Sentía que nadie me entendería. Me sentía sola desde hace once años. Hacia once años que no veía a Jordan. Él lograba comprenderme de todas las maneras posibles, igual que yo a él.

Él no me haría sentir así.

Él no está.

Él se fue.

InfiltratedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora