🔥Prólogo: El color del fuego🔥

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Era una fría madrugada de febrero

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Era una fría madrugada de febrero. Los copos de nieve caían pesadamente formando una capa gruesa que se acumulaba en el suelo, no se oía nada excepto las lejanas pisadas. El viento aullaba cortante como una cuchilla, remolinos de nieve se formaban entre las raíces gruesas, un ligero batir de alas, pasos en la lejanía.

Los animales nocturnos estaban cazando, pero hasta los más insensatos se alejaban de su presencia. Era una figura que irradiaba poder y esta lo sabía. El aire helado de febrero congelaba los huesos a cualquiera, pero a ella le traía sin cuidado. Su piel seguía caliente donde le daba el aire, no tenía frío, aunque solo estuviera cubierta de un fino ropaje. Los árboles frondosos crecían uno al lado del otro, sus raíces negras se enredaban como serpientes en el suelo. El musgo crecía en todos los troncos de los árboles, se notaba la humedad en el ambiente calando hasta lo más profundo.

Solo se oía el ulular de los búhos, que, con sus ojos amarillos, vigilaban el paso de alguna presa fácil de atrapar. Su vestido que rozaba el suelo estaba mojado y era un lastre, sin embargo, eso no la detendría. Tenía un objetivo por hacer y lo iba a cumplir esa noche. Su cuerpo frágil y menudo no le impediría divertirse, llevaba demasiado tiempo dormida para ello.

Se humedeció los labios mientras salió de las profundidades del bosque, la nieve se derretía a sus pies dejando una pisada pequeña y delicada. Con sus manos arañó los troncos de los árboles que dejaba a su paso. Cuando llegó al final del bosque la vio, su objetivo. Sonrió y sus ojos se iluminaron como las brasas. Era perfecta. Con una sonrisa divertida se acercó a la casa procurando no ser vista.

La casa de Megan era un hogar humilde, donde sus padres campesinos habían decidido formar una familia. La casa de madera se veía aún más pequeña debajo de todo el manto blanco que la cubría. En su interior dormían todos los habitantes. Estaba formada por una diminuta cocina de leños ajados por el uso, en el salón había una pequeña chimenea, dónde, por las noches, se sentaban delante contando cómo les había ido el día e historias para su hija. Y ese era su momento favorito del día. Una escalera con tablones chirriantes y rotos por la humedad llegaba hasta la planta de arriba donde había dos habitaciones.

Los padres de la niña dormían en una habitación pequeña debajo de unas mantas raídas con un pequeño fuego para calentarse. Ella dormía en la habitación de al lado en un catre hecho de paja y con una muñeca de trapo entre sus pequeños brazos. No era una vida fácil, pero la pequeña Megan era feliz y estar con sus padres era lo único que le bastaba. Su cara delgada y roja por el frío mostraba felicidad mientras dormía, no sabía que su felicidad iba a acabar esa noche.

La figura se movió de forma ágil acercándose a la casa, movió la cabeza y su pelo rojo iluminó la noche. Posó una de sus delicadas manos en la pared, cerró los ojos y escuchó.

Había fuego dentro de algún lugar. Escuchando su leve crepitar desde el interior a través de las paredes de madera deterioradas por el paso del tiempo. Lo llamó y empezó a crecer. El fuego de la habitación de los padres empezó a volverse más vivo, salió de la pequeña chimenea y empezó a expandirse rápidamente. Las llamas empezaron a quemar el suelo húmedo de la casa haciendo que una humareda negra como el carbón llenara el ambiente. Las llamas consumieron rápidamente la habitación de los padres de la niña.

Megan se despertó tosiendo, el humo había llegado hasta su habitación. Notaba mucho calor. Vio luz debajo de la puerta, se asustó. Bajó de la cama con su muñeca en brazos, con los pies descalzos caminó hasta la salida. Abrió la puerta caliente y vio como unas llamas cruzaban todo el pasillo. Gritó fuertemente soltando el juguete de sus brazos. Llamó a sus padres, pero no le respondieron. Intentó ir hacia su habitación, pero las llamas se lo impidieron. Tenía que salir de la casa si no quería quemarse. Bajó de forma apresurada las escaleras y cruzó el espacio que había hasta el exterior. Salió a la calle.

El aire frío golpeó su pequeño cuerpo, pero no le importó, solo gritaba llamando a sus padres. Algunos vecinos salieron de sus hogares al escuchar sus alaridos. Se arrodilló en la nieve mientras veía su casa arder y derrumbarse. Los cimientos empezaron a resquebrajarse y a caer fuertemente contra la nieve que se evaporó debido al calor. Ella supuso lo peor para sus padres, sus mejillas estaban húmedas por las lágrimas que derramaba, impotente, soltó un grito al cielo rota de dolor.

Un vecino la agarró y la sujetó para impedir que volviera a la casa, no era tonta, sabía que no podía volver sino acabaría como sus padres. Una mujer cubrió a la niña con una manta, ella ni se dio cuenta debido a que tenía los ojos clavados en su viejo hogar y en el color vivo de las llamas y su resplandor. Un momento que jamás olvidaría en su vida.

Lentamente después de un rato donde los vecinos intentaron apagar el fuego con la nieve, solo quedaron los restos humeantes de lo que había sido su casa. El vecino que la había cogido intentó llevársela a su casa para evitar que viera los cuerpos calcinados sin vida de sus padres. Se dejó arrastrar, prefería recordar a sus padres vivos que la imagen negra de sus cuerpos. Un ruido llamó su atención, que se posó en el bosque.

La chica del vestido blanco como la luna entró en el bosque. Su pelo rojizo ondeaba como el estandarte de las llamas del infierno. Estaba satisfecha por lo que acababa de hacer. Su poder estaba de vuelta en ella, destructivo y mortífero como antaño. Una sonrisa triunfal recorría su pequeño rostro.

Megan vio como una figura oscura entraba en el bosque y se perdía. Una risa llegó arrastrada por el viento. El color rojo de su pelo se quedó grabado en su memoria, el color del fuego. 

 

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Hola a todos:

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Hola a todos:

Hace dos años que comencé con esta historia, tengo en la mente aun el momento cuando comencé a escribir este prólogo que tantas alegrías me ha dado. Cuando lo terminé por primera vez supe que esta historia iba a gustarme, que iba a hacer algo guay con ella.

Pero jamás llegué a pensar en todo lo que acabaría pasando  y en todas las alegrías que iba a darme.

Gracias a Susurros he conocido a mucha gente que ahora puedo decir que es mi amiga, he conocido a lectores maravillosos que me apoyan incondicionalmente y mi vida es un poco más feliz.

Por eso quería traer una versión mejorada de esta historia que nos ha gustado a todos los que hemos decidido leerla.

Esto es para todos vosotros.

Gracias por leerme y nos vemos pronto.

Ginny Light :)

Susurros [DISPONIBLE EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora