Segundo.

529 85 19
                                    

Había pasado dos semanas desde el incidente con el soldado Núñez y Guillermo no había vuelto a ver al General De Luque.

Él mismo se había repetido miles de veces que quizá estuviera muy ocupado o tal vez habría vuelto a salir a Irak. Se preocupó mucho por eso, había oído la terrible situación que había en ese país, las bombas y la gente muerta eran el pan de cada día, incluso se había preguntado si aquel guapo general había fallecido y el no lo sabía. Un extraño sentimiento se alojó en su cuerpo ante ese pensamiento.

Pero también existía la posibilidad de que se hubiera molestado con Guillermo, tal vez regalarle ese croissant estuvo mal... ¿Será alérgico a la crema de avellana? ¡Dios mío! ¿Lo habré matado?.

Guillermo sacudió su cabeza con esos tantos pensamientos, por supuesto que no lo había matado, seguramente el hombre estuviera ocupado en su trabajo. ¿Qué hará el general De Luque? Su apellido sonaba tan correcto con la palabra general y es que no se equivocaba, incluso la apariencia de De Luque era perfecta para un soldado de tan alto rango, amplia espalda que delataba lo trabajado que estaba su cuerpo debajo de la pegada camiseta negra que siempre portaba, a veces se descubría imaginando como se sentirían los marcados músculos bajo el calor de su tacto y después se sonrojaba regañandose mentalmente por las atrocidades que Lana y Rubén le habían hablado.

Sus compañeros de vida le habían preguntado sobre el militar que tenía aparentemente comiendo de su mano y se vió obligado a contarles su pésima experiencia con el soldado Núñez.

Rubén no lo había tomado demasiado bien y se levantó furioso cuando mencionó lo de "Lamepollas". Después de unas cuantas maldiciones y malas palabras, que Guillermo no había escuchado ya que se había tapado los oídos, pudo calmarlo con el relato de su caballero de brillante armadura. Les contó desde la primera vez que lo vió y preparó su café negro cargado, les había contado las tontas mariposas que crecían cuando estaba cerca y en lo nervioso que se ponía. Por supuesto que sus amigos le hicieron burla y aún lo molestaban con que estaba enamorado del soldado.

"¡Buen día Burbu!." su ruidoso amigo ojiverde entró a la cafetería e interrumpió sus pensamientos.

"Hola Ru-Ru." respondió de forma divertida."¿Qué vas a llevar hoy?"

Esos estúpidos apodos habían salido como resultado de sus pésimas 2 semanas de relación. Habían escuchado apodos melosos en las películas de romance que veían a petición del pequeño pelinegro y creyeron que sería un buen paso hacía la cúspide de su noviazgo.

Claramente se equivocaron pero los apodos se habían quedado como un recuerdo gracioso de lo infantiles que eran.

El apodo de "Burbu" venía de un pescado llamado "ojo de burbuja" que su atractivo era... Unas enormes bolsas que se inflaban debajo de los ojos pareciendo cachetes. Rubén pensó que el apodo era perfecto, encontraba mucha similitud con las infladas y tiernas mejillas de Guillermo.

Rubén había tomado la rutina de ir a la cafetería en sus horas libres de la universidad. Guillermo tendría que haber entrado junto a su amigo pero sin el apoyo monetario de sus padres no se podía permitir una carrera universitaria, al menos por ahora. Trataría de ahorrar parte de su salario de medio tiempo de la cafetería, incluso podría pedir otro turno de vez en cuando o hacer horas extras en la noche para poder entrar el siguiente año. Tal vez era hora de empezar a buscar un segundo trabajo.

"Dame un Macchiato mediado y una de esas deliciosas donas de chocolate rellenas, me están llamando 'cómeme, cómeme'." empezó a hacer la voz aguda como si verdaderamente le estuviera hablando la comida. Rubén nunca pedía lo mismo, siempre decía que tenía que probar todo y después empezaría a pedir lo que más le hubiera gustado.

Dulce Agonía ||WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora