Capítulo IX

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Capítulo IX
El Gua, Gua...
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Sus pasos como ecos de la noche fría...

La lluvia cubre lo alto y bajo del pueblo, su respiración se acojona con la neblina que ataca los lugares escondidos y el tiempo es la misma crueldad de la vida.

Stiles desea saber; por qué camina, dónde están los demás o por qué simplemente no recuerda el motivo para estar ahí... Enfrente de ése edificio.

Los ojos miel del adolescente se concentran en su alrededor y sensaciones olvidadas -mismas que desea frenar-, regresan; él quiere sentir el calor de su familia y no sentirse nuevamente como ahora se siente.

Sin saber quién o cómo, su cuerpo se maneja; se da cuenta que sus pies vuelven a moverse.

Esta caminando, se dirige al edificio, ese lugar donde conoció la desolación en primera fila.
Se siente pesado, sus hombros caen tensos al reconocer caras que actualmente, a sus 17 años de edad no ve.

La recepcionista lo saluda animadamente, pero en sus ojos se puede observar la lástima, ¿Desde cuándo no la veía en los ojos de las personas? Niega con la cabeza y sigue su camino, uno que conoce a la perfección.

Recuerdos lo atacan...

Esas noches llenas de amor, esos días y momentos en familia se revelan ante él como si los estuviera viviendo en ese mismo segundo; a si mismo, las emociones también están presentes.
Se muerde el labio inferior con preocupación al ver a Melissa hacer sus cosas, pero en vez de ver a la mujer que es ahora ve en ese lugar a la mujer que conoció gracias a las interminables horas que pasaba en el hospital mientras su madre se debatía entre la vida y la conciencia de ésta misma.

Sacude su cabeza tratando de alejar todo recuerdo y sigue caminado, pues ya sabe que a pesar de desear parar e ir con la manada para sentir el calor de los suyos, siente el frío de la soledad al igual que sus pies se mueven con pesadez.

La respiración se corta al ver que se detiene en la puerta de sus pesadillas, quiere gritar; irse de ese sitio, quiere los brazos de su lobo (aunque éste ni le haga caso), empero Stiles no quiere estar ahí parado, abriendo lentamente la puerta de la habitación 206 de la planta alta, no, él no quiere ver esa habitación... Donde su madre cerró los ojos por última vez para ya no abrirlos jamás.

-Stiles, cariño, mi niño ven aquí-. Cascadas de agua salada recorren sus mejillas pálidas al ver a su madre postrada en esa cama.

Baja su mirada al suelo tratando en vano de controlar el desgarrador grito que fluye en su garganta, trata de despertar de ese sueño doloroso, pero lo que sus ojos cristalinos y brillantes por las lágrimas ven lo dejan seco del asombro. Ahí debajo de sus ojos, en el suelo sosteniendo su cuerpo se encuentran los pies de un infante, sus pies de niño ¿Cómo lo sabe? Fácil, esos zapatos eran sus favoritos, de tela color blanco que su madre le regalo a sus 7 años de edad y con los cuales la despidió de la vida, también sus manos eran infantiles y su cuerpo, todo él había vuelto ha ser del niño de diez años de edad que despidió a su madre hace 7 años atrás...

273 Días Soportándolo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora