Capítulo 5

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-Podemos subir por aquí - dijo el Doctor, sacandola de sus negros pensamientos.
Sara miró el camino, un sendero pedregoso, lleno de raíces y maleza;dos grandes piedras puntiagudas y ligeramente curvadas, señalaban el comienzo.
Poco a poco, en su mente, embotada, se hizo la luz, había encontrado "los colmillos del lobo", ya verías cuando se lo contara a su abuelo;alargó la mano, temerosa de que desaparecieran,y se cortó un poco con la aguzada piedra, unas gotas cayeron sobre ellas.
Más allá del arco, se escuchaba el eco del viento, que al pasar por entre las piedras semejaba el aullido de un lobo.
-Puedes usar eso para ayudarte - le dijo el Doctor, señalando un palo recio, y largo, que podría servirle de bastón.
Sara gruñó un poco, deseando que su alucinación fuese algo más tangible, pero se agachó y cogió el palo;le vino muy bien,ya que habían muchas piedras sueltas y los matojos estaban resbaladizos.
Caminaron, en lo que se le antojaron horas, hasta encontrarse con una pared, mucho más alta que ella, de unos tres metros y medio,tenía unos pocos asideros y hendiduras de aspecto frágil.
-Fíjate bien donde pongo los pies,¡allons-y! - exclamó el Doctor, pasando primero.
Se aupó con cierta habilidad y comenzó a trepar, Sara, pensó que quizás hubiese sido mejor si sólo flotase, pero entonces no sabría donde poner los pies. Con un suspiro resignado, ella también comenzó a trepar;hubo de dejar atrás el palo, pues necesitaba ambas manos.

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