Adam era chiquito y a punto de iniciar una nueva aventura. Con sus mamás y hermano menor irian a la playa, a la casa que recordaba con tanto añoro. Adam disfrutaba mucho del sonido del agua en la costa y como lo mecia en sueños, tan dulce y reconfortante como los abrazos y canciones de sus mamás o la risa de su hermano.
En el bolso de estampado, cubierto de estrellas y cara de gatos, guardo su caja de metal redonda. Ahi iba a coleccionar las piedras marinas, los caracoles y algun tesoro perdido por turistas despistados.
Él siempre tenia suerte. Acaricio la frente, justo en el medio, un poco más arriba de las cejas, descendiendo todo el camino hasta la naricita. Alli, una vez, su madre dibujo una luna menguante. Adam siempre se sentia mejor cuando la luna aparecia.
Esa luna dibujada con cariño, era un hechizo de protección.
Cuando salia de la casa, pensó en como podia proteger su hogar. Alguna clase de hechizo debía existir.
A sus once años, era muy imaginativo. Escribio en una hoja y la oculto entre las tablas del recibidor, en el lado exterior.
"Cuidado con el lobo".